La llamada era decepcionante: no podemos vernos para cenar. El argumento entristece más: en una cena anterior, uno de los asistentes ha comunicado que estuvo en contacto con un recién diagnosticado de coronavirus. Así que todos nos contenemos. El virus, como los asesinatos de la mafia, viene por alguien que te conoce bien. Estuve yo también cenando con otro amigo entrañable: la terraza del restaurante tenía toda la distancia, nuestras sillas suficientemente alejadas, es imposible que mantengamos una conversación con una mascarilla puesta. Es algo contrario a la amistad y para la razón es difícil de superar. Y cómo estaban los daditos de merluza que nos sirvieron. (más…)