La risa congelada
Dice Norberto Fuentes que, de Cuba, ya sólo echa de menos las mujeres, pues sus amigos han muerto todos fusilados. Los americanos han hecho digeribles las tres mil páginas de su falsa Autobiografía de Fidel Castro pidiéndole al desertor que lo dejara en unas quinientas traducibles. ¿Habrá dejado en el resumen el desternillante párrafo donde describe con todo detalle, con toda la presunción de tener un informe médico encima de la mesa, el relato de las medidas del miembro viril del Comandante? Tendré que leerme también la versión inglesa, pues una reelaboración para sintetizar lo que era wagneriano puede tener el deleite de la misma inmediatez que tienen los grandes movimientos musicales cuando se resumen en clásicos populares.
Pero, ¿de qué iba la risa? La risa se queda helada porque, siendo como dice Fuentes que son las palabras de Raúl (un triunfo en definitiva estratégico del enemigo), ahora ya no se pueden pedir cuentas de los amigos fusilados, las hambres no satisfechas, las familias separadas, los sepultados en Angola, el pasto de los tiburones, el desarraigo y la resignación de ver cómo arrebatan tu vida mientras las fachadas de La Habana se desplomaban comidas por el salitre y el desinterés. Se ríe Norberto de la mala inteligencia yanqui, se ríe de Fidel recluído por el hermanísimo, se ríe de si mismo ante la convicción de que los servicios cubanos saben cada palabra de lo que escribe.
No iba a haber transición. Pero el tiempo es terrible: «¿Están en lucha contra el tiempo?» / «Total y absoluta. Contra su propio tiempo». Los hermanos pasan de los ochenta años y ahora dice el anciano número dos que hay que rectificar. Mangas verdes. Risa floja. Yo sólo recuerdo a aquella muchacha que logró salir y se sentó en el sofá de casa y dijo muy seria a todos los presentes que ella lo único que quería era poder ganarse la vida para comprar un sofá como el mío. Sólo recuerdo a Niurka que dejó morir una madre en España para tener que regresar y volver a pensar qué se comerá mañana. Al vecino que llegó a Miami destruyendo un pasaporte italiano falso en el avión. Al dentista que robó de las compras de material para abrir en Madrid su propia consulta. A la niñita que llamó a la puerta con huevos robados. A los susurros para hacer chistes del CDR. E imagino la cara que pondrían Reinaldo Arenas, Cabrera Infante, Carlos Franqui y hasta Lezama.
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18 diciembre 2010 a 23:14
No dejemos de dar puntadas sin hilo: caras que hay que ver son las de Gabriel García Márquez (¿volverá a la casa de protocolo número 9?) o las de Huber Matos, al que también el tiempo se le acaba y lo mismo puede volver a mirar Santiago desde lo alto antes de que todo termine.
18 diciembre 2010 a 23:14
¿Merece la pena empezar a comparar lo que sucedió hoy con El Hundimiento? Ganas de volver a volar a La Habana.
17 enero 2011 a 19:52
[…] del hermano pequeño de Fidel Castro para promover las reformas de la isla irredenta, produce una sonrisa helada. Esencialmente, la cuestión se resume a la hemos cagado nosotros, no vamos a permitir que otro […]