Más bocas que hacen fallecer el valor de las patentes
El desarrollador de la técnica vigente para la extracción del gas pizarra (eso del fracking, asunto del que no sé mucho más allá de lo que una persona que se informa) insiste en la entrevista que The Economist le hace antes de fallecer: «En 2000,el gas pizarra representaba el 1% de la oferta de gas natural americana. Hoy es el 30% y sigue subiendo». El contexto tiene que ver con las críticas al futuro de esta técnica, lo que nos conduce al valor de la velocidad de extensión de la innovación y su valor social.
El Señor Mitchell, saludado como un hombre que ha cambiado el mundo, se entretiene en afirmar algo de excepcional interés:
Me asombra lo rápido que esta tecnología ha tomado auge, no únicamente en este país [los EE.UU] sino en todo el mundo. Me enorgullece que la técnica de fractura hidráulica haya sido desarrollada por personas independientes, y me enorgullezco en el papel que he tenido en hacerlo posible.
Podríamos haber patentado el proceso que nos pertenecía y generado una cantidad de dinero exponencialmente superior. Ya tenía dinero suficiente por la venta de Mitchell Energy & Development Corp. a Devon Energy y estaba más motivado en introducir esta tecnología en el dominio público – hacerla información pública – de foma que el mundo pudiera beneficiarse del gas natural como una fuente importante de energía y combustible.
Resumiendo: gracias a que no se bloquea, un solo actor – que reconoce que no reúne todos los méritos – no concentra el excedente generado por el bloqueo de esa información, sino que se extiende a toda velocidad, generando un mayor beneficio social. Dándole la vuelta: no necesitó el incentivo del dinero para innovar, que se compruebe que también dispone de otros mecanismos que incitan a crear e inventar.
Pero el contexto reciente nos muestra otros ejemplos que sugieren, de modo público, que el sostenimiento del sistema de patentes dificulta el progreso en vez de alentarlo. Un diario digital titula de esta guisa: «Las patentes frenan el ‘boom’ de las impresoras 3D (pero por poco tiempo)». Lo del poco tiempo suena alivio, pero no lo es: luego apuntillamos. Ahora, la argumentación:
Es lo mismo que ocurrió en el año 2009, cuando vencieron las patentes para la anterior generación de impresoras 3D, basadas en el modelado por deposición fundida (FDM). Gracias al abaratamiento de la tecnología, surgieron las primeras empresas dedicadas a comercializar estas impresoras, dando lugar a un incipiente uso por parte de particulares, emprendedores y pequeñas empresas. En unos años, los dispositivos con tecnología FDM han pasado de costar miles de dólares a costar solo unos cientos.
Los expertos prevén que dentro de uno o dos años estemos viviendo de nuevo este fenómeno, aplicado a la SLS. Lorenzo Chavalet, fundador de Marcha Technology, una compañía española que se dedica a la fabricación y venta de impresoras en 3D, ha comentado con Teknautas que están a la espera del vencimiento de las patentes el año que viene. “Digamos que ya lo estamos cocinando. Esperamos que se reduzcan los precios porque habrá menos trabas para la fabricación”, ha dicho.
Volviendo a recapitular: las patentes crean unos precios artificialmente altos que retienen el avance de la tecnología y, por ende (que no lo dice el artículo) su impacto social en la generación de nuevo comercio y valor. Y es aquí donde viene la cuestión del poco tiempo: ¿de verdad es para alegrarse o la cuestión crítica es por qué esperar a tener los beneficios en vez de generarlos hoy?. La explicación convencional nos dirá que se han de amortizar las propiedades de terceros que se han jugado lo suyo para que ahora otros se beneficien. Sin ponernos académicos – que no lo somos – basta regresar a la entrevista dedicada al desarrollo del fracking para comprobar que nos dicen que se trata de una técnica muy antigua y que lo ha hecho un nuevo actor es evolucionarla… Por pura lógica, no hubiera podido evolucionarla sin el trabajo anterior… Que no es suyo. Cabe sospechar que lo mismo sucede con el caso de las impresoras.
Versvs se preocupaba ayer por la falta de una regulación que empuje el crowdfunding entendido como un método que incrementa las opciones y dispsnibilidades de financiación. Le añadía yo una nota en la que le preguntaba si veríamos una seria, indignada y moderna petición en artefactos como Change.org para resolver una cuestión que afecta profundamente a nuestras vidas, nuestra prosperidad y autonomía. No, no la veremos. Tampoco veremos a nadie que desate su indignación por el bloqueo de conocimiento que impide acelerar la mejora de productividad y, por ello, la reducción de la pobreza, esa causa tan cara al discurso oficial de la redención de la humanidad: izquierda y progreso. Lo que nos conduce a comprobar adicionalmente que, salvo en fronteras alejadas del core del debate político, la terrible amenaza de lo que el público llama ultraliberalismo, derecha, capitalismo salvaje y otras goyerías tiene poco de ultra y sí de conservador y de preservador de poderes establecidos: no, tampoco parecen llevar los lobbies de corporaciones cotizadas y tenidos por malditos desreguladores peticiones de desregulación que realmente desregulen su poder.
El último corolario es el patetismo de las aspiraciones y anhelos de nuestras queridas y fratricidas divisiones del siglo XX entre izquierda y derecha: ni hay quien pueda alegar una seria superioridad moral en su rol de salvación de la desgracia, ni quien pueda prescindir de que el conservadurismo y la libertad de comercio son entendidas como un mero sistema de protección de intereses que juegan con ventaja. Dicho en términos gruesos y sin malditas excepciones que arruinen un pedazo de presunta buena literatura.
Etiquetas: fracking, gas pizarra, innovación, patentes, propiedad intelectual, shale gas, shale oil
2 agosto 2013 a 15:27
Bravo, Gonzalo.
Que bien traída le entrevista de Mitchell y que buen remate. «Verdades como puños».
Abrazo.
2 agosto 2013 a 16:28
Qué bueno verte por aquí, debiéramos seguir con la cuestión de la marihuana uruguya. Ahora empieza lo interesante.
3 agosto 2013 a 8:32
Debieran, un debate muy interesante en aquel post de la marihuana uruguya 🙂
Además de recordar a mi mantra adoptado de Stiglitz en su otra casa («el conocimiento es la parte más importante…») señalo una frase del Señor Mitchell que apunta a una cuestión nada desdeñable
“Ya tenía dinero suficiente por la venta de Mitchell Energy & Development Corp. a Devon Energy y estaba más motivado en introducir esta tecnología…”
Sé que lo que voy a decir es de una obviedad insultante pero sería interesante conseguir liberar a la motivación de las tensiones del dinero, avanzaríamos más. El mundo parece una inmensa sartén de pescadillas mordiéndose la cola.
3 agosto 2013 a 14:12
I’m back. 🙂
Pues ahí he escrito alguna cosa sobre el asunto cannabico en mi blog. Pero ahora mismo todavía estoy como de festejo por haberme pasado de negatividad la otra vez.
Ya vendrá la reflexión, y seguramente, algún dolor de cabeza como corresponde.
El gobierno, por supuesto, se encargará de ello!
Un detalle nada más: el proyecto tiene media sanción (en diputados). Falta que lo aprueben los senadores, así que: aún Uruguay no ha legalizado nada. Ojo al gol, como decímos acá, con los titulares.
En cuanto a lo del dinero y los incentivos, Isabel, mira, lo insultante tal vez es que sea una obviedad tan grande y sin embargo siga funcionando. No el que lo recuerdes, jeje.
4 agosto 2013 a 8:03
[…] Más bocas que hacen fallecer el valor de las patentes El asombroso caso del inventor de la fractura hidráulica que no patentó su invento porque quería que se difundiera rápido. […]