Entonces vi siete vacas muy flacas y huesudas. Trece días ya.
26/03/20. Ni un estornudo, ni hipotermia. Encuentro en las alacenas una lata -enorme- de melva de almadraba. Ya hay tortilla de túnido a la vista. La cocacola toca a su fin y no tengo conciencia de si el papel higiénico es un riesgo, siempre acorde a la sensibilidad del primer mundo.
Vendrán siete años de vacas flacas. «Son tres olas. Primero el crack sanitario. Estamos ahí. Luego vendrán el crack económico. Y por último el crack político», dice Jesús Manuel López Triana. La curva, ésta vez del número de desempleados nuevos de Estados Unidos, no es una curva. Es una recta de noventa grados que crece al infinito de modo sobrecogedor: la semana pasada los nuevos solicitantes de desempleo eran doscientos ochenta y dos mil. Lo pondremos en números para aclararlo bien, de 282.000 a 3.000.000 en una semana. Nos alimentamos de la decepción de nuestro gobierno porque los alemanes no quieren pagar la resaca (era de esperar) y porque cada vez que llegan los detalles del plan de choque resulta que no era tan sencillo tener doscientos mil millones de euros ni perdonar los impuestos, ni los alquileres, ni los préstamos… El cuerno de la abundancia era el supermercado de El Corte Inglés (para los contemporáneos, Mercadona) y resulta que El Corte Inglés tiene que despedir a decenas de miles.
Ya hay nostalgia del mundo que es, pero que ya no será. «Esta generación nos va a tirar abajo la democracia liberal y el sistema de derechos, garantías y libertades públicas», dice Pedro Hererro. Y añade: «Pero lo que nos hemos reído». En momentos de alta autoestima intelectual, me pongo a aseverar que estas dos generaciones de millennials y zetas (qué grande, pero qué superficial es la simplificación de la publicidad y otras formas de mentir) no tienen y no pueden tener ninguna clase de memoria de lo que fue el telón de acero. Ni de las penurias del socialismo real, ni de su miseria económica y moral. Es fácil volver (volver, que la historia se repite, o dicen que son los hombres) a pensar que un estado justo y virtuoso nos salvará a todos. Siento que es una paradoja la sensación de que las habilidades más o menos intelectuales de la gente son más elevadas, pero que la ignorancia impuesta por el timeline, el concepto «actualidad» que generan los medios de periodistas ignorantes (todos, más o menos) y la victoria de lo efímero hace que, simplemente, no hay conocimiento de nada. Sólo reciclaje, como en el cine o la música. No, ningún perfil de Instagram cambiará citas de Paulo Coelho por momentos de Animal Farm o 1984 que explican mejor que nada la inmensidad de la propaganda incesante anticomercio y contra el libre actuar de los individuos en busca de su felicidad. Versvs, se despide: «Hemos tenido la suerte de disfrutar el periodo de mayor paz y prosperidad de la historia del continente, y quizá del mundo».
Y yo que siempre creí que lo mejor estaba por llegar… me acuerdo de que le acabo de prestar a un amigo una biografía de Primo Levi que se titula «La tragedia de un optimista». Suicidarse no es un plan, el pesimismo realmente tampoco. Los redaños y el valor lo vamos a suponer, expresión que es un vestigio que sólo entenderá una generación que salió corriendo de tener que prestar el servicio militar. Obligatorio. Impuesto en especie, que decían los economistas finos. Orgullo de servir a tu país, que arguían los patriotas. La maravilla de formar parte del pueblo entregando su prestación solidaria por la defensa de la democracia y la república con la Libertad saludando con su pecho desnudo. Libertad, Igualdad y Fraternidad. No importa que sean incompatibles entre sí. Desquiciamiento por el porvenir. De todos. Las lanzas clavadas en el suelo y las flechas volando cuán Agincourt. We few, that used to be the happy few.
Salidas: boté la basura en medio del vacío.