La vida secreta de las lagartijas

La casa de este pueblo veraniego y alicantino, hoy refugio de jubilados, se inauguró casi en medio del campo. Lo de alrededor se terminó de construir en años sucesivos y el entorno colonizador era aún agreste: se aprendió que, a pesar de haber construido paredes, baños, cocinas amplias y un porche, más un jardín y una piscina, la naturaleza tal y como era no había huido.

El pino que preside la finca aún era enano, pero no así los grandes abejorros, las arañas que subían por las paredes, las moscas y los mosquitos, los ratones de campo y, hasta el viento, que era tenaz y rompía la ilusión de la suave brisa marina que presidiría las noches de verano. Cada noche, en la pared de ese porche, una lagartija subía por las paredes y la mentes bienpensantes recordaban la sabiduría de los ecosistemas naturales para asegurar que son inofensivas y se comen los mosquitos. Debe ser así.

La evolución natural arquitectónica de la experiencia del refugio costero llevó al cierre del porche con hábiles diseños de ventanales para reconducir el viento o impedirlo, y a emplear toneladas de insecticida y trampas para cucarachas que tuvieron un efecto drástico: el segundo año fue sin arañas, los ratones de campo no volvieron a aparecer, los vecinos ingleses decidieron iniciar sus clases de español y, cada noche, con las luces interiores del porche y a la hora de la partida de cartas, la lagartija aparecía en la pared y, se supone, haría de lagartija. Se confirmaba su carácter inofensivo.

La partida de cartas rutinaria de cada noche de verano es un hábito que ha sobrevivido a todo. Nacida como acto de supervivencia en un tiempo en el que lo más brillante de la televisión eran los torneos de fútbol de verano que nadie tenía el más mínimo interés en seguir, consistía generalmente en que mi padre o mi hermana ganaban la partida. La lagartija seguía ahí, con el don de aparecer siempre en el intervalo horario de entre las diez y la una de la mañana: pegada a la luz, con movimientos no muy largos y, como suelen hacer las lagartijas, pasando tiempo inmóviles.

El paso de la pubertad a la adolescencia y luego la vida adulta trajo el natural cambio de intereses: para mí, pasar el verano metido en familia existiendo un mundo entero por conocer y aviones en los aeropuertos no era una opción apetitosa, luego más de un año y más de dos transcurrieron sin llegar a una sola noche de partida de cartas ni combate contra los mosquitos.

Pero un año sí y otro puede que también, algún fin de semana podía reservarse para cumplir con los rituales de paella en playa, paella en barbacoa casera, vermús con anchoas memorables y partida de cartas. Habiendo cogido distancia, un máximo de cuatro días de intensa convivencia familiar era soportable y, por momentos, digna de recuerdo. Seguían ganando mi hermana y mi padre y, a la hora adecuada, apareció la lagartija pero, también una lagartija más pequeña, reptando a no mucha distancia de la primera. La clásica.

¿Era la misma? ¿Cuántos años vive una lagartija? ¿Es la nueva lagartija pariente o prole de la primera? En esta era enciclopédica en la punta de los dedos, me encuentro con informaciones que sugieren que una lagartija vive, en circunstancias normales, once años. Es decir, la lagartija primigenia e inaugural no podría haber sido tan longeva. En todo caso, es indemostrable. Pero ¿por qué elige exactamente el mismo sitio para ubicarse? ¿Por qué sigue apareciendo y desapareciendo en el mismo rango horario? ¿Por qué la nueva lagartija es más pequeña, se ubica cerca y aparece a las mismas horas? Los ganadores de la partida de cartas, son los mismos. También. Si es que es correcto decir también y quienes contemplan el juego de naipes son las mismas del año anterior. Y del otro.

Si tuviera la casa llena de gente, esto sería como la fuga de los personajes de Bocaccio en El Decamerón huyendo de la peste: me vine porque hace buen tiempo, ya hay un internet decente (quién puede imaginar ahora el trofeo Carranza) y se supone que el covid19 aquí respeta más. Me siento cada noche a leer (no hay cartas en este aislamiento voluntario) y, a la misma hora de siempre, aparecen la lagartija grande y la lagartija pequeña. A la tercera noche observo que ha aparecido una tercera lagartija aún más pequeña, ridículamente pequeña. Que no está lejos de las otras y que permanece igual de inmóvil en el mismo escenario. Tan pequeña que es inevitable pensar en un trío clásico familiar de macho, hembra y cría.

Ahí seguís entonces. El pino ya fue inmenso y empieza a no poder bombear savia a las alturas que han copado unas ardillas y unas tórtolas espantosas y cagonas. Levanto mi copa de refrescos inocuos y dietéticos mientras dejo la novela en la mesa y saludo a los reptiles escamosos del suborden de los saurios que desde su pared, como quien se planta ante las pirámides de Egipto, me contemplan.

1 Respuesta a „La vida secreta de las lagartijas“

  1. Gonzalo Martín Dice:

    Luis Carrasco me dice que no son lagartijas, que son salamanquesas o dragones. El caso es que yo dudaba que fueran exactamente lagartijas, pero juro que encontré una foto en la que la piel era parecida. Cambia el que la edad es algo, parece ser, menor. Y puede que no sea un reptil escamoso del suborden de los saurios, pero reptil sí que es.