Moloch no sale en Sálvame

El original de donde se toma la cita, tiene un título que traslado del francés a simple vista: «La burocracia celeste». El resto del título le quita magia y lo sitúa en la formalidad, tan anodina pero seguramente inevitable, de los títulos académicos: «Indagaciones sobre la economía y la sociedad de la China tradicional». El investigador francés llama, por lo visto, la atención sobre el grado de detalle y amplitud de las regulaciones de esa China imperial perdida en la noche de los tiempos.

Y dice así:

Hay normas sobre el vestido, normas sobre las construcciones públicas y privadas (dimensiones de las viviendas); los colores con los que se viste uno, la música que se escucha, los festivales: todos están regulados. Hay normas para nacer y normas para morir; el estado provisorio vigila cuidadosamente cada paso de sus súbditos, de la cuna a la tumba. Es un régimen de papeleo y acoso, papeleo sin fin y acoso sin fin.

De modo previo a la cita, los compiladores de un alegato por la reforma del estado moderno que se toman la molestia de entrecomillarla, advierten que el investigador francés autor del texto afirma que es por esta obsesión regulatoria por la que se «asesinó» toda posibilidad de que China compitiera con Europa. Los compiladores son John Mickelethwait y Adrian Wooldrige, el libro «La Cuarta Revolución» y el sinólogo francés -con apellido húngaro- Étienne Balázs.

Uno no puede libremente convertir, en la España de hoy, un local comercial en vivienda. Un diario explica emocionado qué hacer para poder hacerlo, ya que ahora se da la circunstancia de que existe benevolencia para este cambio que, por supuesto, no es sencillo:

La fachada debe tener una longitud superior a tres metros, además de exigirse que como mínimo, un 12% de las paredes de la casa estén destinadas a la entrada de luz ambiental y un 8% para ventilar el espacio. La altura mínima del piso debe ser de 2,50 metros en un 75% de la superficie, aunque en ese 25% restante no puede haber una distancia al techo menor de 2,20 metros. Se mira con lupa incluso el tamaño de la puerta de acceso a la vivienda, que debe tener 2,03 metros de alto y 82,5 cm de ancho

Los subrayados son del redactor, no de este escribiente: exactamente dos metros y tres centímetros tres tienen que tener las puertas.

El comentario sobre el pasado burocrático chino se iniciaba con una nota sutil sobre la práctica del poder burocrático de los emperadores:

…alternaban desplumar la gallina de los huevos de oro con su sacrificio: en unas circunstancias extraían inmensas rentas del comercio y al momento siguiente lo prohibían enteramente por ser una amenaza al orden social. En 1661, el emperador Kangxi ordenó que todos aquellos que vivieran a lo largo de la costa sur de China -entonces, al igual que hoy, la región comercialmente más activa del país- mudarse diecisiete millas hacia el interior.

Arbitrariedad del funcionario, podría decirse. Como la circunstancia ha cambiado (de hecho, el diario nos advierte que ya los pequeños establecimientos comerciales no son atractivos para su función original) se ha abierto la posibilidad generalizada del paso de establecimiento a morada. Se podrá decir que es mérito de la flexibilidad del regulador (en realidad, el interpretador ejecutante de kilos de boletines oficiales) atender al contexto. La pregunta es por qué debe depender uno de la voluntad de un funcionario al que tu patrimonio le es indiferente el qué hacer con tu patrimonio.

Un cineasta (¿un activista? bueno, casi todos los cineastas lo son a su manera) ha estrenado un documental titulado «Hechos Probados». La historia es la constatación de que Kafka sólo era un soñador comparado con la realidad. O que el Leviatán es el Leviatán por algo.

Los hechos probados es la singular tragedia de un hombre normal que, tras años de sacrificio, vende sus empresas y ve como la Agencia Tributaria lo acusa de cometer delito fiscal, es expuesto en lista pública como el moroso más grande de España y termina expoliado en su defensa. Tiene la suerte de ganar. Pleitos tengas y los ganes.

Es llamativo el hecho de que el Tribunal Constitucional español declare un impuesto ilegal y no obligue al estado a devolver lo incautado. O robado, perdonen la expresión. Que no es una exageración de un ácrata enfurecido, sino el calificativo que merece cuando se hace evidente que la administración que pleitea tenía serias advertencias legales de que el impuesto no cumplía las normas que el mismo estado escribe y decreta.

Digo que es llamativo no porque exista un abuso, lo esperado, sino porque las calles no ardan con palos y piedras contra el abusador: la civilización debe ser, pues, esto. No hay partido político que reclame lo sustraído al votante: debe tener correlación con el hecho de que reparten prebendas y se pagan los sueldos con ellos en cada ayuntamiento. Siempre alguien dirá que es por el bien de los vecinos. Su propio bien, interpretado por quien no perdió el dinero y decide cuánto se recauda. La ecuanimidad a criterio de parte.

Dicen sobre el documental: el cineasta pone sobre la mesa asuntos como los privilegios del fisco o la asimetría que se produce cuando un individuo se ve obligado a probar su inocencia, mientras que las acciones del Estado parten de una premisa válida y legal.

Q.p.d: es un régimen de papeleo y acoso, papeleo sin fin y acoso sin fin.

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