De Zurda a Zurdo
Bill Maher, al final un libertario que destroza a Trump y a su corte de chiflados, le recordaba en año electoral al Partido Demócrata norteamericano que no era una estrategia interesante para el mundo real generar declaraciones que podrían ser primeras páginas de The Onion.
The Onion es el equivalente a El Mundo Today, pero en gringo. O puede que sea al revés, que El Mundo Today sea el Onion castizo. Por ejemplo: pedir una huelga de juguetes. Sin duda, revolucionario. Es tanta la abundancia de comedia ocurrente en lo que se presenta como política, que uno piensa que en realidad es una postura real.
Quiero decir: la Ministra de Trabajo dice que ha hecho una derogación política de la reforma laboral cuando todo el mundo ha visto que no ha cambiado nada. La tentación primera es pensar en Orwell, «la guerra es la paz» y todas esas citas deliciosas de 1984. Pero, pensando un poco más, tiene mucho que ver más con los olvidados Kaka de Luxe.
Primero porque no sabían tocar, ni cantar, ni de nada, esencialmente porque querían pasárselo bien imitando a sus ídolos. Como la Ministra de Trabajo. Y en plena vorágine de imitación punk dieron con aquello de «Pero qué público más tonto tengo«. Importante recordar que la letra seguía con «pero qué público más anormal».
Así, sean roscones con nata impropia, la masculinidad amenazada por las chuletas de vaca, los amigues o la violación de las gallinas por los gallos (cómo se le pudo escapar ésta a Orwell en Animal Farm), uno piensa que estamos ante la performance de una banda de graciosos que no se creen que están en un escenario y les ponen una cámara y están encantados de ver el público tan tonto que tienen.
Me voy corriendo a buscar una versión enlazable de la proeza musical de la movida entonces emergente, todo ello con el fin de hacer algo de trolismo en las redes habituales, cuando me topo con una entrevista con Fernando Márquez, el Zurdo.
Caramba, qué ha sido de él. Parece vivo. Lo está. Le estafaron en Afinsa, perdió los ahorros. No es rico. Sigue haciendo pinitos culturales. Y cuenta cosas del pasado con esa melena ahora gris y algo alopécica. Como todos, vaya. Es verdad que ya decían adorar a Brian Ferry.
El relato en los ochenta fue que Roxy Music (Ferry/Brian Eno) era una rara avis dentro del rocanrol (o el pop, lo que quieran) donde la elegancia y la sofisticación artística suplía la agresividad y la fortaleza masculinizante del mundo musical underground convertido en mainstream. Veo las fotos de Brian Ferry, que hace mucho que no veía, vestido de smoking. Blanco, como Bogart en Casablanca, que hubiera recordado Garci.
El tiempo es terrible: ahora el smoking parece mucho más una chaqueta de camarero que el atuendo de un gentleman a la hora del martini. Stirred, not shaken. «Avalon» y «More than This», melifluas como son, me siguen acariciando el cerebro, pero prefiero no ver a Brian Ferry. Y eso que siempre hubiera querido tener un flequillo liso colgando como él. Es tarde.
Pero al lado de revivals de Roxy Music y de las entrevistas a Fernando Márquez, aparecen videos «vintage» del gran éxito de Márquez, «El Eterno Femenino«. Clico. Oh, recuerdos. El grupo se llamaba LaMode y el Zurdo asegura que antes de que Mecano fuera Mecano ya vendió una barbaridad de discos, repleta de ceros y que todo se truncó por accidentes de la vida.
Rebobino «El Eterno Femenino» una y otra vez, es como actualizarme el cerebro. O devolverlo allá. De repente, caigo: estaba imitando a Brian Ferry. Él, Márquez. Quería ser Brian Ferry. No salía igual, aunque lo que saliera estuviera bien, pero quería ser como. Y entonces yo era otro público al que soy hoy y no por eso debo pensar que fuera tonto, que pudiera ser. La pregunta es cuándo pasas de bobo a caerte del guindo y parecería, déjenme un punto de soberbia, que no es un producto de las cualidades intelectuales, sino de cuándo se juntan dos y dos para que la luz se haga.
Mitos, mujeres, galgos y ciudades. Reinas, banqueras, hadas y estudiantes. Discos, estrellas, robots y japonesas. Todo ese algo misterioso que daba miedo a Leonardo y que solo las minorías entienden. Sólo. Pero qué público más tonto tengo.