La idea de que la felicidad de los individuos no está en sus manos ni es su responsabilidad sino que depende del gobierno es algo que lamentablemente han asumido ciudadanos y políticos en nuestro país. Los ciudadanos le reclaman a los representantes electos que les aseguren unas supuestas condiciones “dignas” de vida, sin pararse a definir qué le confiere a una casa o a una educación la cualidad de “digna”. Y tampoco se paran a analizar si esos políticos utilizan medios viles e indignos para mantenerse en el poder mientras mantengan esas prebendas, subvenciones y rentas. Como si la felicidad fuera una moneda de pago a cambio de un puñado de votos.
Felicitá. No, no es Al Bano.