Como era de esperar, hallar explicaciones públicas por personas ¿inteligentes? ¿preparadas? ¿que han estudiado los interrogantes? de problemas complejos inevitablemente simplificados por la propaganda (porque, la propaganda, es el arte de simplificar para embaucar) es extremadamente escaso. Pero aparecen:
La independencia de una región o un país podrá defenderse por razones personales o emocionales, pero no económicas. No se trata de decir si es viable como país independiente, que lo sería, pero a muy largo plazo y tras una factura difícil de asumir cuando lo que prometen es “más estado de bienestar”, ya que sería menor. Se trata de qué coste estamos dispuestos a asumir por esa independencia.
Ya saben ustedes que detrás de cada bandera hay un burócrata dispuesto a crear un comité… con los impuestos de los demás.
Desde luego, también hay explicaciones jurídicas que, viendo de donde vienen, permiten entender qué tipos de debates y reflexiones alimentan a los grupos reducidos que, después de su deliberación, toman decisiones estratégicas (esto es, justo antes de iniciar el proceso de simplificación propagandístico). La complejidad siempre es mucho más interesante que la simplificación porque pemite reducir la ansiedad y el romanticismo absurdo para asumir la convivencia con los grises y aceptar que los subóptimos suelen ser los únicos óptimos posibles: «sólo veo como salida un enorme baño de realismo«. Realismo para todos los contendientes (que, por cierto, queda clarísimo).