En mi ensayo del 2004 ¿Hundirá el euro la bomba de las pensiones? (Will the Pension time bomb sink the euro?), concluí que Europa terminaría enfrentando una encrucijada vital: abandonar la moneda común o abandonar el paradigma bismarckiano. Pues resulta que el ADN del sistema de reparto permite la manipulación política de las pensiones, lo que exacerbado por la caída de las tasas de fertilidad y el incremento en las expectativas de vida, conduce al déficit fiscal, la deuda creciente, la insolvencia de los Estados y el posible fracaso del proyecto de la eurozona.
«La» manipulación política de las pensiones. No sólo en sus importes y beneficios electorales, sino en la realidad moral más evidente: la conversión de ciudadanos presuntamente libres en rehenes de limosna. Los amigos inteligentes que de vez en cuando me rodean se ponen científicos ante mis palabras y me saetean con sesudos análisis microeconómicos sobre resultados y riesgos de los sistemas. Empirismo y practicismo. No es desdeñable. Pero se me hace difícil olvidar el valor moral de la cuestión de fondo, la capacidad o la anulación de la capacidad para influir en tu destino con tus propios bienes, la recaudación forzosa del rendimiento de tu trabajo a cambio de inseguridad y discrecionalidad. Uno prefiere tener la misma inseguridad decidiendo por sí mismo.