Insinuándose ya el vacío de las calles que tendrá la madrugada, desciendo camino de la Puerta del Sol justo por delante del viejo hotel abandonado que ahora ha sido okupado. Hay signos de tertulia y animación en las ventanas. Hay luz eléctrica a la vista, como si el hotel hubiera reabierto. En la entrada, una tela que, por su propia precariedad y sencilla producción ya sugiere lucha, dice: «Casa del Pueblo», que pasen los desalojados (¿cuántos son?, ¿dónde están?, ¿quiénes son?). Las retóricas, la elección de las palabras no es inocente. Son signos constantes de una elaboración que carece de pensamiento real. En otras palabras, carece de alternativa a lo conocido. Que tiene lamentos, pero no conoce el origen de las heridas.