«…a los cinco o seis años, comprendí que los libros los escriben la personas. Antes pensaba que los escribía Dios. Pensaba que eran una manifestación de la naturaleza, como un árbol, vaya. Cuando mi madre me explicó que no, le insistía: ¿Pero qué dices? No me lo podía creer. Ser escritor me pareció extraordinario: era como decir “aquí está el hombre que hace todos los árboles”. Entonces decidí que quería ser escritora, imagino que porque era lo más parecido a ser Dios»