Criticidades

Glamour decimonónico en la vida cotidiana

¿Para qué sirve una huelga general en el siglo XXI? se preguntan por ahí. Es como preguntarse qué es la independencia en el siglo XXI. O ser editor de libros. En general, parece que nadie sabe bien cómo son las cosas en el siglo XXI. No es de extrañar. La pregunta tiene como contrapartida plantearse el siglo XX o, mejor dicho, cómo eran las cosas del siglo XX. Yo tengo un parecer: el huelguista, el independentista de nuevo cuño o el editor de libros están pensando seguramente más en el siglo XIX para elaborar su discurso y su expectativa que en el XXI y todo porque el XX probablemente era la consagración decimonónica en su máximo esplendor. Probablemente, un esplendor industrial. Nunca olvido cómo Garci escribió en los decorados de su Sesión Continua que «el cine es el sueño industrial de la era industrial». Por tanto, queda por saber cuál es el sueño digital de la era digital: probablemente algo parecido a ver Juego de Tronos, leerlo después y ponerse a jugar a lo mismo con la play por la tarde. Qué poco glamour, nos diremos.

Huelga, independencia, editorial, son palabras con glamour y brillo, pero seguramente por eso mismo son pura estética: son como anuncios que se convierten en obras de arte y abren nuestras bocas pero que no venden el producto. Interdependencia no tiene ningún glamour, como no la tiene la autonomía personal para controlar tu vida económica. O autopublicarte. La cuestión es si eso es vanguardia – oh, qué palabro tan del siglo XX – o se desvanecerá como lágrimas en la lluvia antes de ser nada, la forma que tienen de desvanecerse las cosas en el siglo XXI. Uno cree que si Ari Emanuel piensa que el crowdfunding y el crowdsourcing forman parte del futuro del entretenimiento, aunque sea hasta un millón de dólares por ahora, es que el glamour digital está a la vuelta de la esquina.