Si el sistema le dice que lo importante son los contactos, toda la energía se irá ahí y no a generar ideas. España tiene el menor grado de aceptación del capitalismo entre los países de nuestro entorno porque la gente tiene la percepción de que las cosas funcionan a base de chanchullos.
De una entrevista a Luis Garicano: toda la vida me he enfrantado laboralmente con gente a la que se le cae la baba ante la idea de conocer alguien con contactos. Entusiasmados por designar a alguien con contactos como cabecera de todo. Confiar en la solución de la cuenta de resultados a los contactos. Cuánta ignorancia demuestran al no llamarlo red social. El lado opuesto es el del individuo que presume o resulta ser reputado por sus contactos. Casi siempre a la hora de la verdad resulta que tiene el contacto pero el contacto no lo tiene a él. Es decir, que en paralelo al entusiasmo por los contactos surge la industria del sucedáneo, que hace su vida haciendo creer que es producto original y no sustiutivo.
Dice Garicano que «no es una cuestión de cultural, sino de instituciones». La pregunta es qué fué primero, si el huevo o la gallina. La consulta al antropólogo de guardia debería darnos alguna respuesta sobre si se hace la institución a la medida de la cultura o si la institución la crea. Y cuánto se realimentan entre sí. Añade el catedrático: «Si cambiaran las reglas, los empresarios irían por otro camino. De hecho, las empresas más internacionalizadas ya van por otro camino». Es decir, que quienes salen de su propia cultura se enfrentan a otra que no premia, en este caso al contacto, y no tienen más remedio que actuar de otro modo. O, bueno, se enfrentan a otra institución que, por supuesto, no sabemos si está hecha por la cultura o creó la cultura. Yo me quedo con que toda cultura tiene tabúes: si ganar con ventaja es tabú o no, debería tener razones prácticas, nos contaría Marvin Harris. Pero no sabemos (¿alguien es tan amable de confirmar?) si tiene razón.