Otro pequeño detalle griego. Varoufakis dimite diciendo esto:
We of the Left know how to act collectively with no care for the privileges of office
Admito que un ministro (o ex ministro a estas alturas) que tiene blog propio y anuncia su propio cese en su propio site y servidor me genera una simpatía infinita. Si arrimo el ascua a mi sardina, por el mero hecho de que esté en su blog lo mismo hasta me hace pensar más.
Precisamente pensando más uno interpreta una sospechosa repetición de la tendencia a creerse con superioridad moral que tiene la izquierda española por el mero hecho de serlo. La conducta humana, tantas veces alejada de la lógica esperada, vendría a desmentir cada día las grandes proclamas morales para mostrar las pequeñas miserias del ego. Por ejemplo, el ruido que ya genera Ada Colau con las posibles preferencias hacia su marido o su grupo de conocidos.
Pablo Soto, que también tendría toda la dignidad – al menos aparente – de un cierto sentimiento de contra la sgae vivíamos mejor, parece que también ha encontrado acomodo para su novia a una velocidad inusitada. La tesis se refutaría si Pablo Soto no fuera de izquierdas algo de lo que, francamente, no tengo ni idea. Aunque sus gritos, proclamas y lista electoral debieran asignarle al menos a la izquierda realmente existente por asumir una terminología de años soviéticos (una terminología que, obviamente, entrañaba un desencanto y que deliberadamente empleo en ese sentido).
Todo este pensamiento sobre detalles debería estar precedido por la consiguiente advertencia de que son informaciones de periodistas, lo que conlleva establecer una duda metódica de principio y conceder el beneficio – a los insinuados de no tener desprecio al privilegio por la vía familiar – sobre la realidad de las cosas. La legal y la moral.
Anoche vi a Varoufakis entrevistado en una televisión, donde no se sabe si adrede (¿sabía si estaban grabando ya?) pide a su entrevistador español que no le pregunte por Rajoy, entre pequeñas risas, ironía, tazas de café que se llenan y la camaradería de quien se siente entre amigos “porque tiene que ser diplomático”.
Cierta comprensión de cómo trabaja un gabinete de prensa con sus personalidades lleva a pensar que si realmente no quisiera que esto hubiera salido habría reglas sobre ello. Es decir, que si hubiera tenido precaución verdaderamente diplomática una frase como esa ni siquiera se dice en presencia de un reportero y, si es error, el jefe de prensa de turno corre a negociar para evitarlo.
Varoufakis me cae bien. Asegura en su entrevista que no cambia su forma de vestir por el hecho de disponer de un cargo, porque sería hipócrita. Él es un académico de paso, viene a decir. Personalmente, uno piensa que la política real es un sutil juego donde lo que uno piensa no es estrictamente necesario de ser dicho porque lo que se dice influye en los contextos condicionando los resultados finales y que ese no es el terreno del académico interesante que renuncia al stardom.
El enunciado de su consistencia moral y no hipócrita le hace seguramente una persona decente, pero también seguramente una persona poco apta para conducir una negociación donde se juega en una mezcla de seducción con tecnicismos sobre escenarios muy complejos, excluyentes entre sí, todos con ganancias y pérdidas y con alto riesgo de empobreceer a muchas personas por las inevitables elecciones que hay que hacer: el éxito hubiera sido no tener que dimitir.
No puedo evitar pensar que estamos ante una persona con buenas intenciones que seguramente se cree sus proclamas porque es capaz de comportarse como ellas y que eso conduce a decisiones y estrategias excesivamente cargadas de optimismo y de autocomplacencia por su propia dignidad, a pesa de ser un economista que debiera estar acostumbrado ante el conflicto entre las palabras y las conductas que realmente generan los incentivos, tan egoístas e impredecibles ellos.
Por supuesto, todo esto es una sensación, nunca me he tomado unos vinos con él. Ni he pisado suelo griego.