Criticidades

Diatriba sobre salidas, fugas y secesiones

¿Qué tienen en común la independencia escocesa, catalana y la salida del Reino Unido de la UE? Es extraordinariamente curioso que las discusiones sobre el Brexit se basen en crear conjeturas puramente especulativas sobre el futuro posterior, exactamente lo mismo que en los casos de las fugas de los otros territorios. Esto va más allá de la incertidumbre que rodea una situación nueva, es simplemente ausencia absoluta de certeza sobre en qué se basa la discusión. Un ejemplo simple: nadie sabe decir si, tras la presunta salida británica, habrá aranceles para las importaciones y exportaciones procedentes de ambos lados. ¿Quién los quiere? Parece obvio que a nadie le interesan, pero nadie sabe en qué consiste el futuro que se propone.

Exactamente es el mismo debate sobre catalanes – y escoceses – independientes: nadie podía dar una respuesta contundente sobre en qué consiste y las obligaciones que entraña el después para unos y para otros.

Eso sugiere cuatro o cinco pensamientos. A saber:

También sugiere una pregunta.

¿Los que convocan un referendum de esta clase tienen reflexiones como ésta? Uno quiere pensar que están rodeados de académicos, funcionarios de alto rango con profundo conocimiento de los temas que gestionan y todo aquello que de ventaja tienen las élites en su mejor estado de forma. Obviamente, esto debe ser una ingenuidad: el convocante piensa esencialmente en su mantenimiento en el puesto conquistado y todo lo demás es retórica. Mañana ya sabré qué hacer. Lo que me lleva a apostar porque si alguno de estos referenda de ruptura llega a aprobar la separación, los políticos involucrados se pondrían a resolver el siguiente mañana y encontrarían la forma de repetir la votación para revertir el proceso. Con acuerdos o la apariencia de acuerdos nuevos por el camino.

Y un corolario:

¿No existe una pobreza de liderazgo y de conceptos? Es obvio que si uno vive en Sabadell no tiene la menor intención de tener que usar un pasaporte para darse un paseo por Almería. Sospecho que al almeriense le sucede lo mismo. Un pasaporte no es un papel y ya: es un documento que te identifica como foráneo frente a un funcionario de aduanas que tiene la capacidad discrecional de negarte el paso a ti y a tus mercancías. Tampoco te apetece no poder abrir una cuenta corriente a un lado o a otro. O darse de alta como exportador para enviar fruta de Fraga a Cambrils. Podemos deducir, si todo esto es así, que nadie querría ser independiente para perder esas ventajas. Ventajas que son, seguramente por desgracia y entre otras cosas, la esencia de la soberanía. A la soberanía, pues, le pasa algo. Seguramente no es lo que parece o no es lo que era. Probablemente, es un concepto que tiene algo más de coaccionador de la libertad que de liberador en sí mismo. Lo que debiera conducir a preguntarse cuánta soberanía hay que quitarle a quienes la ostentan ahora mismo, casi más que a crear soberanías nuevas.

Lo sé, me ha salido un protoanarquismo.