El último tuit que leo de periodistas ofendidos insiste en asegurar que son censurados: Manuela (o sus acólitos) ponen una web en la que redactan su propia versión de los acontecimientos, pero los censurados no son los que no tenían voz propia donde dar su versión, sino los que siempre han tenido su espacio para interpretar, corregir y reproducir a su propia conveniencia.
Que Carmena (o sus acólitos) sean poseedores de la verdad no es tampoco cierto. Que estén “corrigiendo” y “señalando” periodistas (porque les enlazan, porque ponen en duda la precisión de sus informaciones y, en verdad, con muchos matices desde luego, no quedan como los más precisos) sólo es una exageración propia de gente que no acepta no sólo que no son imprescindibles, sino que no necesariamente saben, no toleran mostrar sus errores y no pueden soportar la pérdida del privilegio de santificar.
En rigor, se puede decir que la Administración Carmena debiera diferenciar entre las webs institucionales del propio Ayuntamiento que se supone que es de quienes lo pagan (es decir, el señor o señora contribuyente con sus impuestos) y las de su visión como administradora temporal de la ciudad. Pero es casi irrelevante en este momento.
Sí, periodistas, reporteros y tribuletes: no hay censura en la red porque puedes crear tu propia página y dar tu versión. No hay señalamiento sino enlaces. No hay persecución sino alternativa a vuestro discurso y ya quedo yo para formarme mi criterio con los argumentos de cada parte. No, no hay censura, porque seguís criticándola y ella no puede impedirlo.
Lo peor de todo: mal que os pese, tiene todo el derecho a hacerlo, a escribir en un sitio donde nadie dé por dicho lo que ella quiera decir, bueno o malo, cierto o incierto.
(Y eso que seguiré sin votar a este señora, pero me recuerda por qué todo el establishment es tan insoportable y merecen su caída).