Reconstruyendo el ego

El gurú nos da lecciones de serenidad interior. El apego es una lacra. Sin mencionrse, advierte uno que el apego es algo muy amplio: a trastos viejos, a ropa usada, a amores que se fueron. Por ser, puede que sea por patrias imaginadas. Además del apego, tenemos el ego (ap-ego, algo debieran decirme los profesores de latín). El ego es algo a doblegar. Nos dice el gurú que el famoso futbolista pasó por sus lecciones, al igual que el famoso ex-ministro, y que el segundo se pudo relajar, y que el primero pudo dominar el tremendo ego que le provocaron los aduladores.

Cada tarde, mientras espero las lecciones del gurú, me siento en un cuarto repleto de cartas enmarcadas dirigidas al maestro. Las hay de todo tipo. De santones hindúes, fotos del Dalai-Lama, de centros afamados de las ciencias de yoguis y budistas, todas ellas con su nombre y apellido. Más la inicial del middle-name, que aquí no tiene una descripción tan precisa. También las mesas están llenas de carpetas con artículos y reportajes escritos por el gurú o que versan sobre el gurú, su conocimiento y su ciencia. Repite en todas sus presentaciones que lleva más de cuarenta viajes a Oriente (así, como una epopeya, o como cuarenta periplos), y que ha escrito más de cuarenta libros, y que tiene 30 años de vida su escuela.

Me he dado cuenta hoy. Que mientras vas a olvidarte de tu ego, te tropiezas con el de otro.

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