Es mejor llegar antes de que salga la gente de misa de doce en la calle Toledo. Después, está lleno y hay que abrirse paso casi con los codos: es relativamente pequeño. En la barra atendían señores que debieran estar jubilados hace al menos una década y media. Y, en la cocina, una señora tenía unas bandejas repletas de varias alturas de bacalao listo para rebozar añadiendo constantemente más piezas a las sartenes. La jubilación de la señora también debió haberse producido décadas antes, en plural.
En ningún lugar de su autobiografía hace mención Bruce Frederick Joseph Springsteen a cómo o cuándo aprendió a tocar el piano. Es legendario el relato de cómo compra su primera guitarra y de cómo descubre la dificultad de hacer sonar con coherencia el instrumento: está en el texto, en entrevistas, en los relatos que entremezcla en sus actuaciones monumentales. La guitarra y él, él y la guitarra.
Hay un personaje en las elecciones americanas que nunca llenará titulares en Europa. Es probable que, en EE.UU., no fuera un tipo conocido más allá de su lugar de residencia y responsabilidad política. Se llama Brad Raffensperger y es el Secretario de Estado de, no hay más remedio que ser redundante aquí, el Estado de Georgia.
Si pensábamos que había un corolario probable (¿el futuro Ayuntamiento podémico hubiera pugnado por evitar el desalojo? Con una juez al frente. ¿Les hubiera reubicado en alguna instalación municipal a cargo de nuestros impuestos cayendo en un acto de claro privilegio que chocaría con las quejas sobre el poder y la influencia de otros grupos de presión) la realidad, en su empeño por superar cualquier especulación, ha vuelto a dar pruebas de su capacidad para la magia:
Saludan en masa medios y tuiteros que Stone y Williams se sacan dos nuevas redes sociales (sic) de la manga. En esencia, cosas que ya existían: la primera, es algo que es como un tumbler y que permite agregar contenidos de otros blogs y espacios… es decir, cosas que ya se hacen con tu propio blog. La otra, es un foro de toda la vida en un remedo de Quora. Nuevo, todo nuevo.
La máquina de financiar servicios de Sillicon Valley apoyada en el impacto de los techcrunch de este mundo permite hacer pasar gato por liebre. Y los periódicos corren como locos a decir wow!. Veremos nuevas argumentaciones sobre cómo la web se sofistica buscando calidad y reducción de ruido… Ejem, el caso es que eso ya estaba. Es como lo de que las redes sociales ya no bastan.
Dice quien me ha descubierto esta versión de El Hospital que es mejor que el original. Lo es. Pero seguramente el preferir una versión poética, melancólica, alejada del cachondeo de la original sea, precisamente, porque se ve con melancolía lo que eran grandes éxitos de juventud. El tono divertidillo de cerveza en la mano en una barra se torna arremolinamiento en un sillón y decirse «yo recuerdo esto». Puede que, también, porque los hospitales terminan siendo premonitorios.
Mientras avanzo en la lectura de CT o la Cultura de la Transición se me produce un desencanto progresivo: el punto de partida que arroja en el comienzo Guillem Martínez a sus contribuyentes – «Lo no CT es la posibilidad de robarle al estado el monopolio cultural» – deriva en la sucesión de entradas en una frustración por la forma del fin del franquismo que sería destruida por el advenimiento de algo como el 15-M… casi como para hacer lo que la transición no hizo con el franquismo. Alguno llega a pensar que eso de la recuperación de la memoria histórica o el No a la Guerra no es pura CT (esto es, cultura de la transición) cuando en realidad es su glorificación máxima: la búsqueda de la superioridad moral e intelectual de una capa social perdedora que seguiría perdiendo y que tiene que ganar de una vez por todas.
«Le colocamos la soga alrededor del cuello. A continuación apreté el botón que abrió la trampilla. Durante un año tuve pesadillas. Aún las tengo de vez en cuando»
Al igual que sostengo que ver un programa malo de televisión con chat lo convierte en uno divertido, un viaje de varias horas de duración en tren, coche o avión (sí, en avión, que ya lo he probado) también se vuelve divertido chat en mano.
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Supongo que como era una obviedad que no le entendían, fue y lo explicó. Me ha llamado mucho la atención no por sabido, sino porque llevo dándole vueltas a la misma idea varios días no sé si de un modo diferente, pero al menos con mis pálpitos, mi forma de dudar de las cosas y explicármelas. Al asumir desde el acervo indiano que cualquier análisis está supeditado a la ética hacker, ética que se presenta como propia, aceptada, con el bagaje, los matices y los discursos que son fruto de una evolución también propia, se está definiendo el marco de respuesta al fenómeno revolucionario de consumo que no sé si nos asola. (más…)
Lo que Sarkozy llama, en esas trampas del lenguaje sobre las que resulta casi imposible oponerse moralmente y que imponen una forma de debatir, internet civilizado no es otra cosa que un internet controlado. Un internet controlado es un internet intervenido y vigilado, inspeccionado y sometido al orden. Nada es casual: si junto a los gobiernos que reúnen en sus fronteras todos los derechos de propiedad intelectual del mundo y que no tienen dudas en su aspiración al control total de la sociedad por nuestro propio bien, a las operadoras de telecomunicaciones ávidas de decidir quien juega y quien no juega para seguir engordando la cartera de privilegios y beneficios más allá de lo que en buena lid podrían conseguir; a Amazon, Facebook y Google encantados de haberse conocido y con cara de jovenes revolucionarios pero dispuestos a entrar al juego para que nadie compita con ellos, la oveja está servida: ni siquiera podrá votar qué se va a cenar hoy. Mientras, todos emplearán el factor miedo y la democracia, esa quimera eterna, estará más ausente que nunca. Contemporáneamente, los grandes jefes de los conglomerados mediáticos son los ejecutivos mejor pagados del mundo. Y, claro, Vivendi sigue manteniéndose en la zozobra como única opción francesa en el juego. Tan francesa como Sarkozy.
P.D.: se advierte a lectores incautos que es probable que otros infelices escritores de la red vean que es verdaderamente guai que Amazon, Google y Facebook se sienten en el contubernio.
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