Ciencia Ficción Contemporánea (VI)
Se abrió la puerta de repente: «os están viendo y escuchando en directo por internet». La primera reacción es la de no comprender nada: «¿cómo que nos están viendo?» y ese tipo de expresiones que reclaman más datos para comprender. El relato del interrumpidor resultó diáfano: al menos mil doscientas personas llevan veinte minutos viendo cómo se desenvuelve la reunión de primera página del diario El País, la noticia es trending topic en twitter en español y diversos posts de urgencia han aparecido ya en Menéame con interpretaciones diversas.
El vídeo se reproduce aparentemente desde servidores rusos en una web con una inmensa calavera cruzada de un par de tibias y contiene únicamente un título: así os ocultan la información, así la sesgan, así compran y venden favores. La reacción primera es fácil: se traslada la reunión a otro lado y se designa un equipo de urgencia para abordar – con buenos titulares – el ataque a la democracia que supone la violación de la intimidad, el secreto profesional y tantas cosas más de un periódico obligado a responder a la opinión pública. Las actualizaciones en la web del periódico se inician de inmediato, incluyendo unas cuantas declaraciones de urgencia pedidas a personas de postín. En segundo lugar, se ordena un barrido urgente de micrófonos, cámaras y cualquier tipo de dispositivo. Aparece una microcámara sencillamente unida a las luces de neón de la sala violentada. De paso, aparecen algunos teléfonos pinchados en varios despachos.
La tarde empieza a complicarse cuando sucesivamente los diarios El Mundo, ABC, Público, Expansión, La Vanguardia, El Periódico, El Correo, La Razón y la mismísima Cadena Ser se encuentran con que sus reuniones también están siendo visionadas y oídas por la red, que ya es un clamor. El caso español es trending topic mundial y varias redacciones internacionales, entre ellas la CNN, empiezan a llamar a los diarios españoles. Los editores y directores se ponen al habla con el Ministro del Interior (alguno insinuando claramente si el episodio era producto de una acción de los propios servicios de inteligencia). Se inician los contactos entre redacciones para conocer los detalles de cada parte. Es algo tarde para algunos, porque en los pocos minutos de directo, ya ha aparecido algún episodio poco conciliable con el compromiso con la veracidad y rigor esgrimido por los diarios ofendidos: claramente, se conmina a no criticar a un ministro de quien depende la decisión de unas importantes subvenciones para acelerar el proceso de digitalización del periódico.
Los editoriales del día siguiente son furibundos. La quiebra de confianza en el sistema. Pero mientras el público los enlaza y comenta en sus amadas redes sociales, una nueva alarma aparece por las redacciones: se han publicado varios archivos de sonido con conversaciones de todos los diarios atacados con importantes políticos y empresarios. Esta vez las caras en las redacciones se quedan heladas: las conversaciones revelan pactos, confesiones y transacciones. Los diarios afectados deciden publicar un editorial común narrando el fin del mundo por la manipulación y la creación de dudas inaceptables sobre el papel de los vigilantes del poder. Pero un proceso de fugas de vídeos con nuevas conversaciones entre periodistas, propietarios de periódicos y miembros del gobierno y la oposición crean un estado de total parálisis: los políticos no saben qué decir, los diarios digitales puros hacen su agosto con la crítica y el tráfico. Los foros y redes arden. Y en ese estado de la cuestión una representación de los primeros anunciantes del país llama a los propietarios de los periódicos afectados: «tenemos que hablar».
13 enero 2011 a 14:51
Y teniendo en cuenta que la realidad siempre supera a la ficción…
Alguien lo había pronosticado un 13 de enero pero nadie hizo caso: «uno de esos blogeros locos y manipuladores»
20 agosto 2011 a 15:06
[…] fue lo que vi al pasar por delante de una cafetería. Pensé que era cosa mía pero me encuentro con esto y me digo que igual es que el futuro está […]