Raro
Creo que la palabra que añadía era especimen. O bicho. Raro era – soy – yo. La extrañeza de mi especie proviene por una inusual combinación de saberes que pueden ser sin lugar a dudas manifiestamente incompletos. Lo que resulta anómalo por estar fuera de lo recurrente, es la diversidad de habilidades y por tanto una originalidad no necesariamente entendida como algo brillante. Pero el caballero era elogioso. Era una descripción de singularidad, lo que suele ser visto como llamativo e interesante, pero no necesariamente útil. El tercer interlocutor, el advertido de la unicidad de servidor, hacía preguntas y ofertas que se asentaban en un modelo clásico de desarrollo de negocio. Lo que antes llamábamos con menos recato ventas. La comunicación de mi incapacidad para afrontar el reto buscado – emocionalmente, ante todo – era consagrar lo que en realidad se quiere decir con la rareza elogiosa: dispersión entretenida, pero no contratable. En gran parte, uno respira aliviado con esta autodescripción. Pero piensa que todo queda en el cristal del color con el que se mira: no se sabe si se es un chapuzas o se puede ascender a la noble descripción de bricoleur.
4 marzo 2011 a 18:23
«dispersión entretenida, pero no contratable»
«no se sabe si se es un chapuzas o se puede ascender a la noble descripción de bricoleur»
Decir «me gusta» no queda bien, ¿verdad?
5 marzo 2011 a 7:34
Queda estupendamente.
20 agosto 2011 a 9:31
[…] Cuando todo funciona me digo que multidisciplinar, que suena moderno, pero cuando (¡tantas veces!) ayer ya era tarde, reniego de mi dispersión. […]