Derecho de autor, derecho matón
No es el narrador inocente de sesgo o exageración (pero, bueno, quién no lo es). Lo cierto es que la historia de las empresas de clipping es el caso más flagrante y sangrante de cómo un grupo de presión modifica las leyes (el derecho de cita) con el fin manifiesto de apropiarse del negocio de los demás sin competir. Resulta que uno podía recortar periódicos de toda la vida, meterlos en una carpeta o pegárselos en un cartón. Hubo un tiempo en que hasta uno podía fotocopiarlos libremente y repartirlos por una oficina. Tenía una finalidad, la misma que tiene ahora por otros medios: decirle a la gente qué dicen de ella o de lo que les interesa sin tener que tener que invertir el tiempo (coste) que sería hacerlo por ellos mismos.
Lo interesante del fenómeno es que los editores de prensa reunieron sus derechos y se los dieron a un amigo, casi seguro que cómplice de la operación. El cómplice es una empresa de gestión de medios, los que venden la publicidad de los periódicos. El resultado, es que las empresas de clipping veían que su negocio se tornaba ilegal en un proceso de retorcimiento de brazos que viví someramente: yo le encargaba los clippings de una bella corporación ibérica a una amable y estupenda empresa que hacía todo el esfuerzo del mundo por mantenerse al día tecnológicamente y que invertía en lectores que tuvieran comprensión de las noticias de acuerdo con lo que tu necesitabas saber. Curiosamente, había muchas donde elegir y competían ferozmente.
Volvamos al narrador. Cuenta que tantos años después, las autoridades de competencia le han quitado la razón a los diarios y sus representantes condenandoles a multas severas pero que no les llevarán a cerrar sus negocios. En cambio, otros negocios han cerrado ya. Como dice el contador de la historia, ¿y ahora qué?. Otro episodio más del rol verdadero y contrario a lo previsto de la propiedad intelectual. Está en su esencia: conceder un monopolio es impedir la competencia, extender el privilegio (cada década los lobbies buscan la manera de hacerlo) amplías el ámbito de reducción de competencia en favor de quienes ya están.
Dice el Sr. Varsavsky al calor de la revolución en ciernes que la Ley Sinde es poco importante comparado con los millones de parados o las toneladas de mediocridad alrededor de las empresas españolas y su sistema educativo. No puedo estar de acuerdo. Precisamente porque hay millones de parados y mediocridad empresarial, mecanismos legales como el de la Ley Sinde, un apéndice de todo un entramado de protección de privilegios, son extraordinariamente importantes para que las personas puedan crear negocios y empleos: en el punto de mira de la creación de riqueza y la prosperidad del siglo que vivimos están el conocimiento y las ideas como materia prima, cerrar su acceso es seguir protegiendo esa misma casta de mediocridad privilegiada.
Si los revolucionarios llegaran siquiera a saberlo…
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