El desmantelamiento del hackerismo
Este relato tiene que ver con dos historias: la primera, la carta de Mark Zuckerberg a sus inversores antes de salir a bolsa. La segunda, el planteamiento de la comunicación que Mercé Molist está realizando para su muy interesante proyecto de libro Hack Story, que pretende ser una historia de los hackers españoles.
La falsa vindicación hacker de Facebook
Vamos con la primera. El Sr. Zuckerberg sale a por capital y le cuenta a todo el mundo lo maravillosa que es la ética hacker del trabajo. Las cursivas son importantes, porque todo lo que describe sobre ello es, efectivamente, el espíritu de curiosidad, meritocracia, el amor por el conocimiento de las cosas y el dinero como factor secundario del esfuerzo que puede encontrarse en la fuente primaria para explicar qué es eso de la ética hacker: el texto de referencia de Pekka Himanen que, no por casualidad, está realizado como un todo con el prólogo de Linus Torvalds (atentos: Torvalds, el creador de Linux) y Manuel Castells, el pope de la descripción de la sociedad red, explicaría en qué consiste esa ética. Un resumen – pobre – en castellano, lo contiene cómo no la wikipedia: incluye, además de recordar que Himamen parte de la mutación de la ética protestante del trabajo tal y como la describía Max Weber, elementos que se van a argumentar un poco más adelante que, anticipo ya, son condición suficiente para que podamos hablar de verdadero hackerismo. La condición necesaria, sería, por tanto, esa ética de trabajo que supera el mundo jerarquizado del modo de producción capitalista clásico.
La apelación al espíritu hacker de Zuckerberg ha sido recogida de modo completamente acrítico por parte de la gran prensa de negocios: Fortune dedicaba un completísimo publireportaje sobre el funcionamiento interno de Facebook hablando de su hacker ethos y cómo esa era la fuerza que permitiría o debería permitir el mantenimiento del espíritu innovador de la compañía ahora que se convierte en un gigante corporativo. Un riesgo ese, el del peso del tamaño y la presencia en Wall Street, casi una realidad por la que apostar, que hace que las compañías que crecen en un entorno disruptivo terminen por hacerse lentas y burocráticas. Un peñazo y, tantas veces, una amenaza para el resto de la sociedad por los poderes cuasimonopolísticos que pueden alcanzar.
La cultura hacker propia de Facebook tendría dos ejemplos interesantes. Uno, el mantra interno que el propio Zuckerberg menciona en su carta: «code wins arguments». El segundo, el desarrollo de los hackatons, concursos de escritura de código diseñados para romper moldes y generar innovación poniendo a los programadores en situaciones extremas, un sistema que en La Red Social, la biopic dedicada al fundador de Facebook, puede verse que ya usó en la universidad para atraer talento de desarrolladores en la más pura representación de eso que parece ser lo hacker. ¿No es entonces Mark Zuckerberg un hacker? Un tipo que renunció a vender código a la mismísima Microsoft, antes de crear el servicio de contactos y relaciones al que se denomina sin pudor red social, a la verdadera encarnación del mal histórica del mundo abierto y de los hackers de toda la vida, debiera ser así.
Pero volviendo al texto de Himanen, recordando que lo anterior, la ética de trabajo hacker es condición necesaria pero no suficiente, alguien se ha olvidado de lo esencial: «la ética hacker incluye la creencia de que «compartir la información es un bien positivo y poderoso, y es un deber ético de los hackers compartir su conocimiento escribiendo software libre«». La negrita es mía y se puede encontrar en la página 46 de la edición que consulto. ¿Es Facebook software libre? No. ¿Es Facebook un espacio donde se pueda acceder libremente a los algoritmos que controlan tu experiencia social? No. ¿Es Facebook un espacio donde el usuario tenga verdadero control sobre sus datos – incluyendo los textos y fotos que ha añadido, además de los puramente personales? No. ¿Es Facebook un sitio que toma la traza de la vida de la gente para vendérselo a terceros y no para mejorar la vida y el mundo, esa otra creencia de los hackers que crearon la web? Descaradamente, sí.
Mark Zuckerberg es Darth Vader, el hacker que se pasó al lado oscuro de la fuerza. Y todo buen Jedi, que el hackerismo es muy friki, sabe que hay que huir, resistir y combatir al lado oscuro.
Molist y Hacker Story
Segunda historia. Mercé Molist lanza su proyecto de libro que espera financiar por la vía del crowdfunding. Perfecto. Su campaña incluye un blog de Mercé en Filmica (pero donde no se pelea por las contribuciones al proyecto), presenta como su web la página correspondiente de recaudación en Goteo y se sostiene en una cuenta de Twitter de la propia Mercé y en un grupo de Facebook. La cuestión empieza cuando le señalo a Molins que hacer una campaña de hackerismo empleando Facebook como base para la contribución es algo contradictorio o, como poco, a evitar. Esto se produce a través de un intercambio de twits, cuestión importante sobre la que habrá que volver luego pero que, de partida, tiene elementos comunes con los problemas de Facebook. La idea aquí será mostrar que, aunque se emplee Goteo (o precisamente por), que es un espacio de recaudación a proyectos de cultura libre, se están empleando medios contradictorios con la ética hacker. Y que sería necesario hacerlo de otra forma si se quiere escribir del hackerismo desde el hackerismo y no como un espectador externo: que se haga con licencia libre y gratuita es excelente, pero cabe reclamar un compromiso con las herramientas libres para cosas esenciales, como es la colaboración con la autora.
Mercé, amabilísima y educadísima, me contesta al minidebate (rompí, tristemente, mi regla de no hacerlo allí, pero prometí precisamente este post para argumentarlo) con una serie de observaciones que son muy interesantes para lo que nos ocupa: ella quiere llegar a la masa y ¿cómo lo hace si no es por estos medios que son, desgraciadamente y como me dice, los más generalizados hoy día y donde está la gente y con su tiempo limitado? Esta creencia terrible de que la gente está en un sitio, sin tener en cuenta que no toda está y, sobre todo, que el que existan cuentas abiertas no implica que estén activas, es una de las verdades dadas por hechas que, como bien señala Jotarb, no son nuevas y que se corresponden con una sustitución del lenguaje donde la web ha pasado a ser red social, suplantando unas realidades por otras. Es más, es bueno recodar que Facebook se ha planteado seriemente sustituir a la web, recomendando a las empresas que dejen sus páginas propias para llevarlas a su servicio, intentando fagocitar la conversación de los blogs insertando su software de comentarios… si esto no es el lado oscuro de la fuerza, no sé qué puede ser.
La misma Mercé confiesa sus problemas con las plataformas de divulgación elegidas: Twitter y Facebook se quedan cortas y enmohecidas. No lo dice ella, pero las limitaciones (a su libertad, no hablamos de otra cosa) que introducen las restricciones de espacio y la dependencia de servicios ajenos terminan pasando factura. El momento cumbre es cuando me dice que «en un blog no podrían aportar todos». Precisamente, y es la tesis que se defenderá aquí y que se comparte con mi entorno de discusión habitual, el blog propio, es decir, tu dominio, servidor y gestor de contenidos controlado por ti (software libre), no sólo es un espacio donde cualquiera puede aportar (no hace falta tener cuenta) sino que permite crear los espacios para que la gente comparta mejor. Permite interactuar de forma mucho más poderosa con la capacidad real para enlazar y debatir con terceros en espacios enlazables y sin límite de espacio. Permite asociarle wikis y foros, todito con herramientas libres. Permite enlaces permanentes bien cuidados. Contribuye a divulgar listas de correo para el debate, que siguen funcionando muy bien sin que nadie se acuerde. Evita que el trabajo se diluya en timelines, evita que te impidan asociar RSS’s, evita que mañana los términos de servicio de estos gigantes den al traste con tu trabajo y te dejen, en definitiva, sin identidad. Esta fe en que los espacios libres no sirven para participar ni interactuar supone, en definitiva, un ejemplo más de devaluación del hackerismo como lo es dar por bueno el hecho de que Facebook hace hackerismo. Y su vindicación, en forma de épica y relatos literarios, podría contribuir a la reconstrucción de los valores propios de los hackers: el mundo abierto.
¿Qué hacer? El conflicto de supervivencia entre el mundo abierto y la espuma de los medios sociales
Dice Versvs en un debate en otro blog que las redes sociales «son una suerte de «nuevo Google» más sacrificado». Es decir, si antes buscábamos el posicionamiento en el buscador para ser descubiertos – que tampoco controlamos, aunque descubramos la técnica para resaltar mejor – ahora resulta bastante primordial emplear estas herramientas masivas para que quienes no accedieron a su identidad digital a través de un medio propio y que se han unido masivamente a estos servicios puedan encontrarnos. Pero una cosa es eso y otra cosa ser abducido. Una cosa es emplear con cuidado una serie de espacios donde ser encontrado y otra renunciar a canalizar el tráfico. De hecho, Twitter, basado en la recomendación personal, consigue calidades de lectura que no consigue el posicionamiento en buscadores. Al menos, es mi experiencia en mis blogs y en los que gestiono para terceros. A otros la película les puede ir por otro lado.
Sólo hay tres soluciones: «aislarse» y no tener contacto con ninguna de las redes y relacionarse únicamente con quienes tienen blogs y a través de lo blogs (que, evidentemente no es ser una isla, pero que implica hoy día un esfuerzo denodado por construir audiencia, dicho con muchas prevenciones hacia la palabra), convivir con el entorno procurando fidelizar y forzar la interacción en el espacio propio o subsumirse en estas redes y perder el control de tu contenido y tu identidad digital. Si se es consciente de lo que se hace, se mantendrán espacios propios donde se procurará preservar el contenido propio y el máximo de diálogo e interacción. Se puede vivir fuera de Facebook y Twitter, y de Linkedin y de Pinterest, claro que sí. No hay nada malo en pasar un ratillo de risas en alguno de estos sitios, pero si se quiere mejorar el mundo por la vía de la web, si se quiere disponer de una identidad digital propia digna de ese nombre, entonces no se puede vivir allí o construir los proyectos desde allí.
Cada uno debe buscar su camino y no hay desprecio o reproche al camino elegido para Hackstory. He donado para el libro. Lo hago porque creo que el proyecto tiene valor y porque al abrir debates como éste y llamar la atención sobre ellos a la autora se contribuye a los mejores fines del proyecto. En un tiempo de degradación del hackerismo, en un tiempo de difícil autonomía para el mundo del software libre, la carrera de los hackers debe ser narrada asumiendo, propongo yo, los peligros y las mutaciones del término y la amenaza a sus valores.
Etiquetas: ética hacker, facebook, hackerismo, Hackstory, mark zuckerberg, Mercé Molist
7 junio 2012 a 8:40
A mi los sapos que se ha tragado Merce se me hacen hasta justificables, sobre todo comparado con el Anticristo echándose a los hombros la capa que han llevado Kotok, GreenBlatt, Samson, Saunders, Woz y demás true hackers.
Se tiene que ser vérmido para arrogarse la ética hacker después de haber vendido 1,1 billions de $ de tus acciones según salían por la puerta porque sabes que tienes un gap de creación de valor entre el precio que has acordado con los banqueros de inversión para salir a bolsa y lo que realmente vales de al menos el 50%. Porque como comentaba con Fanego, hasta ahora los mecanismos publicitarios en las Redes Sociales son una putísima mierda pinchada en un palo.
Como dice Miguel del Fresno, han roto el contrato con la audiencia: Yo te doy mi información y tu me das publicidad relevante, era el trato.
Señor Zuckerberg, haga usted con su negocio lo que le de la gana, que para eso es suyo. Pero no sea cínico más allá de un margen razonable. No nos tome por gilipollas, hombre.
7 junio 2012 a 9:32
Es la segunda vez que «oigo» Max Weber y Darth Vader en un mismo discurso (aunque no revueltos), la primera fue mi profesor de sociología relacionando el taylorismo con el lado oscuro.
pd: si el otro día te comenté por Facebook fue porque creí no aportar mucho valor con mi corrección, ya he entendido que no importa si más o menos valor, las cosas en su sitio.
7 junio 2012 a 10:54
@David 🙂 no pasa ná hombre, pero es más fácil verlo en su sitio y mejora el post. En FB se pierde.
7 junio 2012 a 14:30
Lo que hizo Zuckerberg es convertir la ética hacker en mito, pronto ya incuestionable, en un halo protector que evita que los que trabajan en Facebook descubran la ética hacker por su cuenta, la hagan suya sin intermediación (interpretación ya masticada) y empiecen a pensar sobre frases como esa.
10 junio 2012 a 11:35
[…] diablo está los detalles, también cuando hablamos de ética hacker: Gonzalo Martín y la diferencia entre el hacker de Himanen y el de […]