Antídotos intelectuales contra la mierda de toro (xxxiv)

P. ¿Qué hizo un valenciano como usted, barcelonés de adopción, en la Diada?

R. ¿El día ese de las banderas que parecía como la época de Hitler? Pues ni idea, no sé ni dónde estaba. Cuando veo más de diez banderas juntas ya me salen granos. Me da igual si son del Barça o del Espanyol, del Real Madrid o de donde sean. Uf… Qué pereza y qué tristeza. Son paños estampados

Javier Mariscal.

7 Respuestas a „Antídotos intelectuales contra la mierda de toro (xxxiv)“

  1. Michel Godin Dice:

    Disculpas por lo tremendamente ordinario de la frase que expresaré, pero viene al caso
    Una vez un conocido me dijo: «Al final, ya lo sabemos, las banderas para la unico que sirven es pa´ limpiarse el culo»

  2. Gonzalo Martín Dice:

    Sr. Godin, qué honor: mucha la alegría que me da ver que sigue vivo y viene por aquí. Las banderas suelen ser estéticamente hermosas, pero ya se sabe que lo que importan son los significados.

  3. Aleix Dice:

    Vaya por delante mi animadversión por las banderas, pero relacionar directamente Hitler y el nazismo con las ideas que no compartes (sean las que sean) es un recurso absolutamente demagógico y reduccionista, que, además, banaliza hasta el ridículo unos hechos históricos muy dramáticos. Mariscal lo hace gratis, pero Telemadrid, en cambio, gasta miles de euros públicos en esta misma metáfora. Estoy seguro que hay argumentaciones mucho más elegantes y precisas para criticar el nacionalismo catalán (o los escraches, o las protestas universitarias).

  4. Gonzalo Martín Dice:

    Mmm, no tengo ni idea de lo que ha pasado en Telemadrid. Francamente, no me importa demasiado. Es más, espero que la cierren pronto. Pero voy a ser políticamente incorrecto: una cosa es que nazismo, catalanismo, vasquismo, españolismo o lo que nos dé la gana no tengan objetivos programáticos iguales y ni mucho menos tengan las mismas aspiraciones de limpieza étnica, social, etc., que no aspiren al segregacismo por la raza, la religión, etc. y otra muy diferente que no compartan elementos comunes. Los movimientos que se proclaman como nacionlistas tienen esas querencias por la sublimación romántica del volk, la exaltación patriótica exacerbada y el cariño por la ostentación de los símbolos: me interesa la cita de Mariscal no por lo que tenga que ver con los nacionalismos locales y la bondad de recordar al nazismo (un recurso sobado, recordemos la Ley de Godwin), sino por algo muy personal que me une a la cita. Me sucede lo mismo: en cuanto veo una aglomeración cargada de símbolos (y me valen las del fútbol), en seguida me siento raro. Eso no quita que me sorprenda cómo se rebela el entorno cuando aparecen los paralelismos y eso, aunque fastidie, es así: las fronteras son muy delicadas en estos casos y todo el mundo tiende a pensar que su nacionalismo es el bueno y el otro es el malo. Que si yo pongo una bandera está bien, pero que si la pone otro, está mal. Que si desfilamos por la nación, somos buenísimos, pero cuando lo hacen los otros es un ataque fascista. Los nazis eran nacionalistas, eso no lo puede negar nadie. Y los nacionalistas comparten esa preferencia por la patria que suele justificar, de modo leve, agudo o, simplemente, criminal el anteponer unos llamados derechos colectivos por encima de los individuales, la creencia de que las lenguas forman parte de los territorios de modo natural o el hecho de que el pasado (generalmente imaginado o mutado) tiene poder sobre los vivos. Si nos fijamos, es aplicable a cualquiera de los nacionalismos en competición que vemos cada día. Ver los escraches y no pensar en un acoso de dudosa ética, es verdaderamente difícil: la frontera entre la protesta legítima y los vidrios rotos suele ser sutil. Y todo el mundo es pacífico hasta que deja de serlo: la Bosnia yugoslava era un mar de paz y tranquilidad hasta que se acordaron de que tenían religiones separadas y un montón de batallas del pasado que vengar y se mataron como conejos. Lo cachondo es que los bosnios, al empezar los conflictos étnicos, pensaban que allí no pasaría nada porque estaban todos mezclados. Es difícil no sentir simpatía por determinados nacionalismos defensivos (incluido el sionismo, hoy con muy mala prensa sin embargo) pero creo que intelectualmente, por mucho que se amparen en un relato de desgracia y discriminación, es difícil que no adopten formas (leves o agudas) de sus contranacionalismos ofensivos.

  5. Aleix Dice:

    En realidad no me quería poner tan dramático. Las banderas y las masas enfurecidas configuran imágenes inquietantes, eso es verdad.

  6. Gonzalo Martín Dice:

    Exacto, ese es el punto: el escenario inquietante, muchas veces estéticamente sublime, que enardece a la masa. En el fútbol es especialmente claro: lo que empieza como una fiesta, suele terminar a palos o tirando piedras contra un McDonalds.

  7. Aleix Dice:

    Está claro que apoyar a un nacionalismo o a otro es tan irracional como apoyar a un equipo de futbol o a otro. No hay muchos argumentos más allá de «mi padre también lo era». Querer frenar el nacionalismo español con nacionalismo catalán es como apagar el fuego con más leña. Si en eso estoy de acuerdo. Se llaman nazis mútuamente, fíjate tú.