Una coda sobre el país de los indies

Hoy he vuelto a ver el Remix Manifesto. Ha sido un acto de adoctrinamiento hacia mi joven sobrino esperanzado en ganarse la vida como DJ y haciendo algún remix. Que le haya entusiasmado engorda mi ego, pero el revisionado ha servido para ampliar la reflexión del internet que ha mutado: de nuevo, era constatable cómo el nivel de debate sobre internet estaba centrado en la disrupción que suponía la forma de producir de los bits. Ahora discutimos sobre el entusiasmo – de algunos – ante la nueva forma en que Facebook pretende, aspira, confirmará su absorción del contenido de los editores independientes.

Este – el del remix, sus secuaces y consecuencias – era un tema de raros, pero sus implicaciones impregnaban el asombro de los medios de masas que podían verse llenos del discurso disruptivo que no se entendía. Convendremos en que era extraño. Un discurso de un calado político y social que superaba con creces la anécdota de bajarse un archivo, el simplificado debate que gusta a la propaganda y que con certeza es inevitable cuando existe una discusión en el terreno de la comunicación de masas: se gobierna por el mínimo común denominador de lo que puede soportar la mayoría.

La gente que pensaba en esos términos vivían en agujero de minorías en espacios poco públicos. O no masivamente públicos. Pero un día saltaron a lo alto de la agenda de los medios de masas. Así que la esperanza, por decirlo así, es que de regreso al agujero y aplicando las normas del internet que de verdad permite liberarnos los raros vuelvan a ser interesantes al recuperar sus comunidades usando sus reglas. Y, si no, al menos existe un país Amish donde conservar espacios propios.

La postdata importante que puede que desarrolle más: todo lo que planteaba el Remix Manifesto sigue siendo válido para explicar lo que es el modo de producción digital. El conflicto de Uber con el mundo no se diferencia en nada. Pero ocupados en ganar dinero con la publicidad los que pensaban estas cosas ya no hacen llegar sus referencias a los nuevos ejecutivos despistados en busca de sus corbatas desaparecidas.

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