Qué frío tan berraco baja del cerro hermano

El café de las negritas ha desaparecido. El de las señoras blancas que copiaban restaurantes de ensaladas en Madrid, también. Las negritas ni eran tan negritas ni vamos a meternos en el berenjenal de por qué negritas y no blanquitas a las señoras, porque no estamos para aburrimientos. Además, las negritas tenían una hijueputa señora blanca de propietaria que las espiaba día a día con una cámara, a ver qué hacían a solas con su negocio.

El Pizza Hut, en cambio, se mantiene. Son las ocho de la mañana y la carrera 19 de Bogotá no tiene apenas tráfico, ni hay personas moviéndose por todos lados entrando a las oficinas. Los puestecitos de arepas siguen ahí, con su olor, y a alguien le venderán, porque hay gente que no tiene tiempo de temerle a nada, ni mucho menos al ridículo cuando de sobrevivir se trata.

Cada mañana tiene el ruido de como si fuera siempre domingo. ¿Cómo es que han derribado el edificio del McDonald’s del Parque de la 93?. «Nadie lo sabe, estamos expectantes», me dice Luisa. ¿Qué aparecerá ahí? ¿Podrá ser el brillo de la reconstrucción? Enfrente, el Café Renault (sí, por la marca de coches) está abandonado. Una vez comí en una mesa sentado al lado de la mesa de Carlos Vives, que llevaba gorra bien calada como toda estrella que quiere vivir la vida cotidiana sin ser visto. El de al lado, el de esos calentaos animales, es un hueco de columnas de hormigón.

Las mismas niñas embera sentadas en lo alto de los puentes. Los mismos carros de aguacates a las puertas de Carulla. La supervivencia, sobrevive. Mal, pero no cambia. Temo estar contemplando con un pocillo de Tostao un drama. Pero el silencio me serena y me conduce a una inesperada cura de stress.

1 Respuesta a „Qué frío tan berraco baja del cerro hermano“

  1. Gonzalo Martín Dice:

    24 horas después: recibo un correo electrónico de The Fork, que en casa se llama El Tenedor. Reservan restaurantes. Cierra operaciones en Colombia. Son las nueve y media de la mañana, pero entra el sol por la terraza.