Ah, la dolce vita

Descubro por la mañana en el congelador que quedan trozos de bonito. Abajo, en la nevera, restos de unas patatas guisadas, con su pimiento y su sabor y ternura brutales. Improviso marmitako a la noche: un puerro abandonado, media cebolla, pochados lentamente; un chorro generoso de jerez, sal y pimienta a mi rico gusto, patata nueva, agua hasta cubrir. Cuando las patatas quedan tiernas, añado los restos del día anterior y mezclo con mimo. Unos minutos hasta recuperar la temperatura, añado el bonito, apago el fuego y dejo que se termine de hacer con el calor.

Para la cena, encuentro una botella de un rosado de Navarra que encierro rápido a enfriar bajo cero. Terminado marmitako y copa de vino, un episodio de Mad Men. Mientras, paladeo un Oporto de 23 años que me llena la boca de aromas. Caray, sí, the good life.

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