La consagración de un carca

Me decía Versvs que «pasado el tiempo uno no sabe si las cosas siguen emocionándole porque su calidad es inmensurable o porque echamos de menos, un poco al menos, aquel momento de tener 13-15 años cuando todo era nuevo y excitante y dejaba huellas para siempre». Creo que es cierto.

Hoy un diario publica una selección de canciones que denomina (hace falta valor) discazos de la década que terminaría con el advenimiento de 2020. Uno de los autores de la selección asegura: «No son las canciones las que hacen memorable a un disco, sino las circunstancias personales en las que lo escuchamos. La memoria enlaza para siempre los besos, lágrimas, risas y caricias de una época con un puñado de letras y melodías». De nuevo, es cierto.

La selección de discazos resulta ser para éste individuo con un teclado en la mano una sucesión de banalidades, mediocridad y repetición de notas, ritmos y compases que habrían sido realizados en el siglo XX tal cual. Es decir, sin originalidad ninguna ni mejor aportación a la historia de la estética y del buen gusto aunque puedan estar ejecutados con oficio y perfección. Todo dicho de modo genérico sobre la lista, que algún matiz admite.

Pero puesto que son precisamente el producto de memorias juveniles y eso son emociones que no se pueden borrar, uno se pregunta qué han hecho o de qué forma lo han hecho quienes han accedido al uso de razón en estos veinte años de siglo para acceder al elevado arte de la música. Qué filtros, qué recomendaciones, qué tradiciones y qué fuentes.

Me dirán que los Rolling Stones se dedicaron a copiar a los grandes músicos negros norteamericanos. Muy cierto. Pero todo lo que no es tradición es plagio, y la forma en que copian y reinventan lo que escuchan de esos músicos termina por ser una evolución. Lo que escucho de los nuevos héroes es, pura y llanamente, repetición. Repetición que es saludada con algarabía por quienes, seguramente, no escucharon a los que se repite y, por tanto, descubren la pólvora ya inventada. Algún amigo me dice que le puso a los Beatles a sus hijos en el coche y descubrieron que eran muy buenos.

Sí, efectivamente, soy un carca.

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