Butanismos

Estando ya José María García en el máximo de su popularidad a mi me llamaba la atención que, incluso sus colegas profesionales, consideraran parte de su vocabulario ofensivo (en realidad, humorístico) como una invención: chupóptero o correveidile, están en el diccionario. El resto de calificativos famosos son variaciones de otros términos del léxico castellano que, si me disculpan por lo que puede ser una manifestación de una tendencia constante a la pedantería, considero propios de cualquier persona leída.

Con el señor retirado, puede que ya sumando décadas en ello, de vez en cuando un periodista más joven recuerda la leyenda y acude a entrevistarlo: él nunca defrauda. Siempre me produce curiosidad. Lo ha hecho hoy. Las preguntas sobre lo colorido del lenguaje y la famosa pugna contra Pablo, pablito, pablete aparecen en todas las entrevistas que, de modo subsiguiente, he ido a localizar por YouTube. Me he vuelto una especie de minero de personajes del pasado cuyas imágenes en movimiento prácticamente no vimos nunca en su momento y que, ahora, están ahí.

A mi me molesta esta recurrencia en los mismos temas. No por aburrimiento. Sino porque, como en su día, cuando era famoso y en plena soberbia despedía su programa en la madrugada diciendo «vamos a dejar que España duerma» (mejoren eso), lo que parecía importar es la gracia verbal, el chascarrillo y la ofensa a quien, por otro lado, la merecía. Y no lo que García hacia: explicar(nos) en qué consistía el abuso de poder y el mal uso del dinero ajeno, fuera éste de los clubes de fútbol o de los pagadores de impuestos. Y lo hacía en tiempos de usted no sabe quién soy yo, lo que comportaba sus riesgos.

Es lo que hace el tonto cuando mira el dedo si se le señalan la luna: indignarse por la ofensa al ladrón y no por el robo.

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