Herederos irresponsables

Las dictaduras se dan y se perpetúan por el apoyo tácito de la gente. Hay países perdidos de corrupción con asambleas llenas de miembros a los que nosotros hemos puesto allí con el voto. ¿De quién es la culpa? ¿De los gringos? ¿Hasta cuándo vamos a seguir culpándolos a ellos o al colonialismo en América Latina? En 1989 cayó Noriega y en 31 años hemos tenido más corrupción emanada del poder civil que nunca. Dime, ¿de quién es la culpa?

Rubén Blades

La colombiana me aseguraba rotunda que la culpa de todo eso la tienen ustedes, los españoles. Da igual la vaina que sea, el argumento colonial, el presunto exterminio de los habitantes de hace tres siglos, toda clase de problemas de desigualdad, corrupción, subdesarrollo económico y emocional es algo que puede ser achacado a unos tipos que vivieron allá antes de 1819. Que eran técnicamente súbditos del Rey de España pero que, desde ese mismo momento, dejaron de serlo y eligieron sus propios destinos.

El vallenato es un género que emplea el acordeón al parecer aportado por los emigrantes alemanes. En Colombia he encontrado rastro no sólo de alemanes, sino de suizos, italianos, sirios y judíos. Lo que llamamos indígenas aportaron la guaracha al sonido del septentrion colombiano. Y la tradición africana que trajo la esclavitud, la caja vallenata, otro instrumento de percusión. Por cierto, fue el Presidente José Hilario López, nacido en el Popayán de la colonia, el que siendo ya colombiano de pleno derecho abolió la esclavitud a mitad del siglo XIX: decisiones tomadas incluso en contra de sus contemporáneos.

Tiene todo el aspecto de que si decidieron dejar de ser españoles sería probablemente porque (a Bolívar le llaman Libertador) algo pensaban que podían hacer mejor que la metrópoli. Generaciones de emigrantes posteriores, unidos a los hijos de quienes allí se quedaron, debieron ocuparse de sus vidas: a nadie se le ocurre pensar que el vallenato es culpa de españoles sino que surgió y se multiplicó allí mismo y nadie, nadie, nadie lo canta en España.

Es una costumbre generalizada echarle la culpa el empedrado y no a los vivos. Sólo soy fan de Marx por una cosa, por señalar que «la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos». Qué bueno que haya niños para echarles la culpa. Qué bueno que exista la suma agregada de los demás: alguna lideresa contemporánea española está escandalizada porque la jabata Ayuso parece comulgar con Margaret Thatcher a la que se suele citar descontextualizada: «…they are casting their problems on society and who is society? There is no such thing! There are individual men and women and there are families.» La gente lo resume en que (dijo que) la sociedad no existe. No existe como sujeto de responsabilidad o excusa de tus propias acciones.

Cuarenta y cinco años después de muerto el general gallego se levantan los dedos señalando culpables a los hijos de su tiempo. Es cansino, pero nadie quiere comprar el argumento de la inanidad de la cuestión, aunque caiga por su peso. Porque el mejor amigo del hombre, cito a Carlos Rodríguez Braun, es el chivo expiatorio. Confesad que es así.

1 Respuesta a „Herederos irresponsables“

  1. Gonzalo Martín Dice:

    Se hace irresistible no añadir esto:

    Entre finales del siglo XIX y finales del siglo XX, los indígenas canadienses estuvieron obligados a mandar a sus hijos a internados estatales administrados por la Iglesia católica para integrarlos a la cultura occidental y blanca que predominaba y predomina en Canadá.

    Casi todos los países del continente americano vivieron procesos similares al independizarse, pues las nuevas repúblicas buscaban consolidar una identidad nacional homogénea —lo cual implicaba que todos los ciudadanos hablaran el mismo idioma, profesaran la misma fe y se adhirieran a los ideales de la civilización, la modernización y la industria—. Aparentemente, el progreso no tenía —¿ni tiene? — espacio para la diversidad ni la diferencia

    .

    Déjenme ser oportunista: tomaron ellos las decisiones.