Cúrcuma en pequeñas dosis

El azar me encuentra con un documental sobre las recetas que en múltiples partes del mundo musulmán se preparan con insistencia de celebración en el Ramadán. ¿Qué tipo de guiso era? No recuerdo ya, a pesar de las escasas horas, pero quedé en la memoria con la huella de una sopa sublime -o que yo deseo que sea sublime- donde uno de sus ingredientes era la cúrcuma.

La cámara se detuvo en el polvo amarillo de la cúrcuma rallada. En vez de resaltar el color y los sabores que tendremos, la interlocutora que elige nuestra presentadora de todos los ramadanes del mundo nos cuenta que la cúrcuma es un poderoso antioxidante. ¿Quieren decirnos que lo que debemos valorar es que el añadido de un condimento, durante tanto tiempo tan exótico, no tiene como valor su contribución a la sorpresa en la boca y sí su anti-óxido aparente?.

Cierta inquietud por estas cosas de la química milagrosa como prolongador de la vida (vamos, la esperanza vana de que sea así), me lleva a pensar en cuántas dosis de antioxidante has de tomar, especialmente en gramos de cúrcuma diarios, para que no te oxides. O, si consigues no oxidarte tanto, si no te morirás de otra cosa. Yendo más allá, qué placer dejas de disfrutar por tener que comerte la cúrcuma en vez de otros placeres o milagros. Antes, un documental de gastronomía, insistiría en lo bárbaremente bueno que está esto que les enseñamos.

No sé si se trata de justificar el Ramadán del desprestigio que lo musulmán, como árida cultura tan reñida con el estilo de vida occidental y su librepensamiento, suele tener entre espectadores de documentales de territorios infieles. Qué pereza. El Ramadán es buenísimo, nos dicen, porque incluso aumenta el colesterol bueno y reduce el malo. Todos a ayunar, pues. Incluso han descubierto que la rentabilidad de las acciones (¿qué acciones?) es varias veces superior cuando se invierte en el mes de Ramadán que en cualquier otro. Al parecer, es el optimismo y fraternidad que genera entre sus practicantes.

No nos dicen nada de las dosis monumentales de azúcar que contienen todos los maravillosos dulces repletos de miel que también se comen en el Ramadán, antes y después. Que yo siempre he visto baklava todo el año. A lo mejor no tocaba desprestigiar los azúcares, aunque yo no veo a los jerarcas musulmanes poniéndole impuesto al baklava como quien impone a las gaseosas.

Pero todo esto era porque comer delicioso es comer delicioso por su combinación de texturas, aromas y sabores y al carajo con los antioxidantes o los culpables de la diabetes. Que es la dosis. Como las drogas. Supongo. Relájense y coman.

Post-scriptum: un periódico dice que ahora los jóvenes ven cool ir a terapia y contarlo. Obviamente, decir que vas es lo verdaderamente chulo. Lo llaman «moda-hobby»: «Vienen personas sin ningún tipo de problemática, pero que consideran ‘cool’ hacer terapia». Si yo fuera el terapeuta les daría un libro de recetas en las que siempre hubiera cúrcuma y que no vuelvan a la consulta hasta que no las hayan terminado todas.

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