Hombría
martes, 23 febrero 2010Me decía una amiga años ha, poetisa con talento, novelista seguramente fracasada aunque no le importe, que la desbordante creatividad de los escritores latinoamericanos tenía una explicación simple frente al asombro europeo: la vida era, es, así. Un servidor ya ha advertido de que Chávez y sus crónicas debieran pasar a la historia de la literatura, pero no sabía que tanto. Esta vez con cómplice necesario:
La discusión pasó a los gritos y Chávez espetó al presidente colombiano un «vete al carajo», a lo que Uribe respondió con un «sea varón y quédese a discutir de frente»
Suma y sigue desde el por qué no te callas. La memoria me lleva a la televisión, con una notable intervención del dominicano Balaguer, por entonces semiciego – o ciego del todo – presidente de la República y de antecedentes muy interesados en el verso y, claro, la política: no había quien lo echara. Era seguramente la primera cumbre iberoamericana, ese intento español de Commonwealth, y el hombre, improvisado o preparado, tejió toda una arenga poética que, si la memoria no me falla, era capaz de recorrer desde Colón a los indios pasando por la espuma de los mares. Entonces el mismo Rey atónito que mandaba callar a Chávez tantos años después, tenía la paciencia necesaria y soportaba con mérito lo más parecido que se había inventado a la extensión sin límites una novela televisiva tan del Caribe, mi amol.
La misma memoria me devuelve a Italia, también en la televisión. Era fantástico, los diputados italianos se dieron de guantazos delante de todo el país sin rubor ni sentido culpable. Claro, es el país que ahora tiene de primer ministro al señor de las velinas, para que luego no digan que la realidad no supera la ficción. La razón de los puñetazos la he olvidado pero, ¿a quién le importa?
Casi por ese tiempo debió ser mi tropiezo en la vida con unos ingleses que tenían una licencia de un famosísimo gurú americano del management. Ruego pronuncien manajement, que es mucho más apropiado. Mis socios y yo porfiábamos ante lo que prometía ser un pelotazo inenarrable sin saber que nuestro ex-jefe, que no tiene ni tenía nada que enviarle a Berlusconi salvo el dinero, mandaba recados a los americanos para que diera ordenes a los ingleses de que no pactaran con unos pelados como nosotros. Vive dios que lo consiguió. Pero eso no es lo interesante.
Lo interesante es que el inglés tenía instrucciones de no decirnos el origen de las malas noticias para evitar que resolviéramos el incidente con malas pulgas. Mi socio de entonces se lo tomó tan a bien que empezó él sólo a imaginarse la escena del diálogo del americano con el inglés y no pudo resistir desgüevarse (es que era eso, desgüevarse) al escenificar la escena del gringo preocupadísimo por el posible correr de la sangre y gritando no, no lo hagas, they’re latins!.
El cuento debiera servir para confirmar, por enésima vez, que los tópicos resultan de un verismo que apabulla. Pensándolo, lo de la varonía seguramente también.