¿Es el último SS en morir? La pelea de
Simon Wiesenthal contra el tiempo tenía ese desgarrador factor, esa inevitable condena que el tiempo otorga a la justicia que no puede serlo por pura caducidad del culpable. Cómplice o no, parte del tiempo que le tocó vivir, la suerte de las elecciones tomadas, explica el fallecido en sus memorias
la afectuosidad del Führer. A nadie debería sorprenderle: los salvadores de la humanidad siempre tienen grandes deseos y una fuerte determinación para terminar con sus peligros y se sienten buenas personas que abrazan la causa del bien. Lástima que la definición de bien, salvación y peligro sea tan cómicamente divergente cuando se salta de una mente a otra. Algo debía tener Adolfo en los gestos, la mirada y la voz para soñar con un imperio alemán más grande: «Es por eso por lo que yo serví para él y lo volvería a hacer ahora».
¿Y quién no quiere ser el que fue con dieciocho años?