El rigor como arma arrojadiza
No, no lo ven como su antepaso a la irrelevencia. Tiene sentido. Un capitoste del diario filtrador está ahora en la televisión diciendo que el acierto esencial de Wikileaks es la profesionalización con criterios periodísticos y, por tanto, acudir a ellos, que tienen «el rigor» contrastado. Mejor no hablemos de rigor. La ignorancia consiste en no saber que el valor en un espacio distribuido reside en la reputación. Y la reputación sí tiene que ver con el rigor. Pero ¿por qué se piensan que la reputación es su patrimonio? Ignoran, o quieren ignorar, que Wikileaks existe porque ellos dejaron de tener reputación: ningún filtrador espera que un medio le haga caso si cuestiona algo que vaya contra la propia agenda del medio. Y el receptor de la filtración sabe mucho de callar cuestionamientos.
PD: mientras, la reportera que modera dice muy seria que en internet no hay rigor. Uno de los asistentes le recuerda que no se puede hablar de un internet con un rigor, sino de quién tiene rigor en internet. Ellos siguen pensando al revés. Por supuesto, para justificar que los demás se tienen que callar y se les tenga que ayudar a ellos para salvar la democracia.
PD (2): no pasa mucho más tiempo cuando la misma cadena de televisión presenta noticias sobre videojuegos. Con la emoción contenida, el rostro radiante, el reportero habla como los periodistas son desplazados en autobús a un campo de batalla ficticio, se ponen un uniforme militar y se lo pasan en grande simulando con fusiles que lanzan pintura una de las batallas de Call of Duty. Y se habla de una presentación a la altura como una noticia. En vez de publicidad. Rigor. Justo eso.
7 diciembre 2010 a 22:05
Gracias!
8 diciembre 2010 a 10:24
¿Y por?
8 diciembre 2010 a 12:10
Sí, queda raro. Supongo que quería decir por compartirlo. Fue un impulso porque me resultó refrescante entre tanta exaltación.
8 diciembre 2010 a 17:52
🙂
20 agosto 2011 a 15:42
[…] En todo esto me puse a pensar cuando me atrapó un título traidor mientras iba cerrando ventanas: El rigor como arma arrojadiza. […]