Podría hacerme el listísimo. Puedo pecar de ego. Puedo asumirme un mérito realmente banal: estas cosas se saben, querido.
Jarvis,
criticado con argumentos, no siempre con todas las respuestas, pero
con un montón de clavos. Los mismos que un servidor repite. El periódico que busca respuestas a su destino y no confiesa que tras
la colección de reportajes se está haciendo consultoría gratis no puede evitar en ninguna de las entrevistas de la serie extraer su soberbia (
Adrián: sabrás disculparme la terminología). Aún cuando ponga – bien – el dedo en la llaga de otros. Aún cuando sea excelente: qué paradoja, ¿no?. Qué crueldad del autor, ¿no es cierto? Se supone que por eso lo llamó criticidades, por aquello de que rima con extremidades.
Este es post
largo. Y empezaremos por el medio. En el medio trata de defenderse, como si se hubiera reconocido: «
O sea, que la arrogancia también puede trasladarse y de hecho se traslada a algunos blogueros…» Sí, totalmente, dice Jarvis. Sí, totalmente, digo yo. Los bloggers son arrogantes. Yo soy arrogante. ¿Pero por qué es irrelevante?.
P. Hay quien dice que los medios tradicionales pecaron de arrogantes en la conducción del debate público.
R. Al principio era una arrogancia natural que provenía de los medios de producción y distribución. «Yo, editor, tengo acceso a publicar; tú, no; yo decido qué se publica, esto se convierte en mi responsabilidad, no en la tuya». Y los medios se tomaron su responsabilidad muy en serio. En ese punto del proceso, no era arrogancia, era necesidad. La arrogancia llegó cuando ya todos pudimos publicar. Y lo que vimos, y seguimos viendo, son periodistas mirando por encima del hombro a esos blogueros y a sus lectores. Es peligroso colocarte por encima de tu público. Pero todo eso responde al miedo al cambio.
P. Bueno, los blogueros también deciden, ellos solos, lo que van a publicar y lo que no, y cuál es el tema del día.
R. Sí, totalmente.
La diferencia reside en que ningún blogger se concede a sí mismo el monopolio de la credibilidad y la defensa de la democracia. La diferencia es que ningún blogger dispone de abogados que acuden al legislador a restringir el acceso a lo que llaman propiedad intelectual, que no piden al gobierno subvenciones y no aspiran a que Google les pague un impuesto. La bondad o maldad de Google, para otro día. La diferencia es notable. Jarvis, te quedaste corto. Reportero: la viga en el propio.
Vayamos ahora al comienzo. Empieza como una clase:
La gente de los medios vemos Internet como si fuera un medio; esperamos que actúe como un medio: producido, editado, pulido, limpio, controlado. Pero Internet no es un medio; es un sitio. Internet es sociedad, un espacio donde nos conectamos con los demás; con información, con acciones, con transacciones. Hay gente buena, gente mala, gente inteligente, gente estúpida. Internet es vida, la vida es desordenada, y así es Internet, desordenado. Y eso es lo que gente como Dery no puede entender ni soportar. Ven una página como si fuera la de una revista, y no lo es; no tiene nada que ver. Es también el problema de los grupos de comunicación: siguen creyendo que Internet debería operar como su industria. No. El control de Internet lo tiene la gente, es de la gente. Ahí somos invitados, y si no añadimos valor, sobramos.
Curiosamente, Reportero, la respuesta a tu pregunta sobre la arrogancia estaba aquí: no funciona como vuestra industria. Y esa es la lección. La cuestión reside en elegir, y es un elección casi personal, más que empresarial. Y es más personal que empresarial porque optar entre
industria del entretenimiento, entre configurar grupos monstruosos que pugnan por licencias con el martillo de su primera página como arma de acoso y derribo y hacer periodismo, casi depende de uno: ellos no pueden dejar su cuenta de resultados, esa que vive del
multimedia, al aire.
Aunque, al final, Jarvis te dió también la clave, Reportero:
Trabajando en red, colaborando, se ahorra dinero, se funciona con eficiencia. Cuando The Washington Post saque una gran historia, Brady proporcionará el enlace a esa gran historia. O sea, él opera con pocos costes. ¿Cómo va a redimensionarse The Washington Post, con 745 periodistas en su redacción, en este nuevo mundo eficiente? Es caro y, culturalmente, muy complicado. El coste de redimensionar el negocio, de perder empleados, de quitarse de en medio activos, es alto. Va a ser muy difícil para algunas grandes instituciones cambiar lo suficiente; y mientras tanto, van a emerger nuevos emprendedores que verán las oportunidades de negocio para irrumpir.
Mira la cifra de ventas de tu periódico y pregúntate si el drama reside en pasar de facturar pongamos 250 millones de euros a, seamos dramáticos, cien millones. La de cosas que haríamos facturando cien millones en la red. No te lo creerías. La consultoría gratuita tiene ahí la solución: no moriréis, os sobran sillones, moquetas, personas importantes y minucias. Puede que os sobre hasta sueldo. Pero el periodismo, la verdad y todo eso, la democracia y su opinión pública ¿eran lo importante, verdad? ¿Son tu vocación? ¿Son tus deseos de cambiar el mundo? Entonces seguramente importe poco que el sueldo sea algo más bajo, o que nunca llegue a ser tan alto como el de tu jefe, o que mañana no haya Cebrianes ni Murdochs en despachos con baño privado.
De arrogante a arrogante y tiro porque me toca.
Etiquetas: periodistas reporteros y tribuletes
Este artículo fue publicado el domingo, 19 septiembre 2010 a las 23:14 y archivado en Sin categoría. Puede seguir los comentarios de esta entrada a través del RSS 2.0.
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17 octubre 2010 a 22:52
[…] (es cuestión de conocer los lugares de ejercicio de la arrogancia) […]
31 octubre 2010 a 8:24
[…] periodistas?, se pregunta el periodista. Y luego hablamos de la arrogancia de los […]
11 abril 2011 a 6:10
[…] que les propongo el antídoto para la soberbia: imaginemos que en la fecha que se inventaron los periódicos hubiera existido la tecnología que […]
9 febrero 2012 a 23:12
[…] instrumento de una capa social, la del periodismo, que tiende a pensar de su oficio en términos de necesidad social insoslayable. tags: pablo herreros, ryanair, spanair, subvenciones Anteriores » RTVE como fracaso de […]