Nada puede cambiar el pasado (canciones de nuestros padres III)
Escoger los ángulos que explotar de una película en un tráiler es todo un arte. Dar con los ganchos que movilizan a tu público sin reventar el argumento es algo que se hace con oficio y talento y poco más. Verán que yo le voy a poner más interés: tomar al nieto de un criminal nazi, ponerlo en un kibbutz, que sea homosexual y que se líe con un palestino homosexual en las narices de un agente encubierto del Mossad (no cualquier agente, un asesino profesional), no tiene precio.
El alemán visita el kibbutz porque su hermana se enamoró de un israelí que terminó abandonándola cuando le explicó con naturalidad el pasado de su familia, una pregunta que se le hace a todo alemán que parece encontrarse con un judío: ¿tus abuelos?. El agente del Mossad está allí porque su jefe lleva persiguiéndole décadas con un motivo suficientemente personal: arrasó el pueblo donde vivían sus padres y abuelos, parientes a su vez de nuestro asesino con causa, en esa espesa red de relaciones que parecen configurar todas las ficciones que contemplan los servicios secretos israelíes.
Pero como en los recónditos espacios de la conciencia de Avner, llega un instante en que cada muerte añade un coste muy superior al beneficio esperado: las lágrimas y la mirada que reconoce al asesino encubierto del hijo del último objetivo cumplido (un líder de Hamas), el cuerpo postrado de tu propia mujer suicida. Eyal, el nuevo Avner, tiene que aplicarse colirios en los ojos a diario, tiene los circuitos lacrimales bloqueados, no puede llorar aunque quisiera. Una especie de parábola de Israel. El propósito final, claro, es localizar al abuelo alemán oculto en algún lugar de Argentina y actuar antes de que dios resuelva por su cuenta.
Los relatos y las mentiras de todos los padres, la necesidad de ajustar cuentas con el pasado rodean los minutos finales. Pero Eyal ya no puede matar más. La solución es naif pero necesaria para el relato: nace un niño bisnieto de un criminal nazi, hijo de un agente del Mossad exterminador de terroristas palestinos y cuya red de relaciones incluye un alemán gay que le cuela a su familia un baile judío en su mansión de junker. ¿El abuelo nazi? No reviento (más) la película, pero es una nueva parábola en la que todos ponen a descansar conciencias.
El tráiler sentencia que «nada puede cambiar el pasado» tras argumentar que se trata de una película «de hombres, mujeres, y de lo que deben perdonar para vivir los unos con los otros». El perdón o si, en realidad, tu no tienes nada de qué culparte porque ni lo viviste ni tuviste que ver, reside en conflicto con el dolor y el más duro aún sentimiento del sarpullido de la impunidad. Pero en algún momento se alcanza ese punto en que otro muerto más no puede resolver lo que no se resolvió y que sólo conduce a tu propia miseria moral. Hay venganzas que no se pueden consumar nunca, hay justicia que nunca llega. Vivir con ello resulta ser una verdad incómoda, pero seguramente un hecho y no una interpretación con la que construir tu propia vida, la única que puedes vivir. Que sólo puedes vivir con la gente que quieres, con la que te ríes y comes. Gente con la que corres el riesgo de que te cante canciones de sus propios padres, una cacofonía comparada con las tuyas.
Etiquetas: Alemania, Caminar sobre las aguas, contraterrorismo, Hamas, Israel, nazismo, terrorismo
13 febrero 2011 a 15:23
No he visto la película así que sólo puedo opinar sobre el post: Magnífico! Permíteme que repita una buena parte del último párrafo, y no será la única vez que lo haga:
«El perdón o si, en realidad, tu no tienes nada de qué culparte porque ni lo viviste ni tuviste que ver, reside en conflicto con el dolor y el más duro aún sentimiento del sarpullido de la impunidad. Pero en algún momento se alcanza ese punto en que otro muerto más no puede resolver lo que no se resolvió y que sólo conduce a tu propia miseria moral. Hay venganzas que no se pueden consumar nunca, hay justicia que nunca llega. Vivir con ello resulta ser una verdad incómoda, pero seguramente un hecho y no una interpretación con la que construir tu propia vida, la única que puedes vivir.
13 febrero 2011 a 18:58
🙂
14 febrero 2011 a 21:41
Por cierto, puedes verla en filmin.es en una calidad espléndida, version original subtitulada por un par de euros.
18 febrero 2011 a 22:41
Anotado 🙂