Locura de artista

Un pequeño grupo de jóvenes desconocía por completo qué era la Orquesta Mondragón. No es un hito en la historia de Occidente como para reprocharlo. Pero mientras sonaba por un azar del destino en un local sosegado para mi fue también una sorpresa recordar que Javier Gurruchaga, Popocho Ayestarán y Jaime Stinus existieron (y existen, la vida les da). Y que pareciera como que un agujero negro hubiera disipado todo. Mondragón, donde los locos, se les decía a los jóvenes. Canciones olvidadas pero que se refrescaban en la cabeza a medida que se sucedían. El propio Gurruchaga le dice a la audiencia del vídeo de YouTube que se está reproduciendo que lo que va a cantar es de 1981. Se me antojó que el suyo fue un esplendor corto. El impacto de dos o tres gags de ingenio y suficiente inteligencia como para que hubiera escándalo de bienpensantes. Veo que Gurruchaga se pone ahora una peluca imitando a Trump: entonces es que vuelve. Como regla de oro, y eso lo decía Ramoncín y yo estuve de acuerdo sin que sirva de precedente, a un tipo que se sube a un escenario y hace algo, lo que sea, ya hay que respetarlo por el coraje. Siento dolor al pensar que Mondragón, la Orquesta, Gurruchaga y su momento no fue más que eso que dicen los americanos muy bien: one trick pony.  

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