Café, torreznos y orquídeas
Empecé a hablar de las tejas de los tejados de Soria y de torreznos y chicharrones con otro colombo-español. Oculto en Soria, me dice que me llama corriendo. Teníamos que hablar de chicharrones y torreznos, y terminamos resolviendo en tres horas los problemas de Colombia y su prometedor pero incierto futuro, solventamos todas las incompetencias crónicas de la administración y las empresas periodísticas españolas con la globalidad, la latinidad y, por supuesto, su fragmentada visión de Colombia, y terminamos prometiendo un envío de café en condiciones: esto lo entenderán después.
Se puede decir colombo-español, pero no se puede decir hispano-colombiano, ni español-colombiano; no hay forma de encontrarle el sentido. A los individuos. Para ser colombo-español hay que sumar muchas horas en el país que no te vio nacer. Haber comido, haber amado, haber montado viviendas e incorporado a tu lenguaje las palabras del otro lado. El colombiano, siempre gana: es el español más bonito del mundo. Y más correcto. Yo digo carechimba, carro y chévere con toda normalidad, esté donde esté. Como digo a tomar por culo esté donde esté.
Enteraros: el torrezno y el chicharrón se parecen, pero no son lo mismo. Y allá se le pone lima, que se dice limón. Un colombo-español sabe que el café en España es una porquería vergonzosa, por lo que hay remover tierra y tumbas para obtener café colombiano como debe ser. Un colombo-español puede tener las narices de decirle a sus amigos colombianos a secas (es decir, no colombo-españoles) que las empanaditas de Iglesia que hace una señora en el mercado de los Mostenses de Madrid son mejores que todas las que pueden encontrarse en Bogotá y que sólo en Medellín podrían rivalizar, aguantar los insultos y defenderlo manque pierda.
Un colombo-español echa de menos un ajiaco incluso en Carabanchel. Y ama el mango biche y se pregunta por qué en Madrid no hay. Mejor no hablar del vino y el jamón en Bogotá. Un colombo-español encontrará felicidad si escucha el acordeón de un vallenato estando en España, aunque eche pestes o lo encuentre corroncho, corroncho en la vida normal colombiana. Un colombo-español tiene que mirar la web de ElTiempo y la web de ElPaís cada día. Un colombo-español mirará resignado lo que en Colombia llaman paella y le gritará desaforado al noticiero oportunista español que disfruta mostrando combos con pistolas de la Comuna13, pero que no dirá una palabra de las rosas, los cartuchos (las calas) y las orquídeas que pueblan Colombia.