Que el Alejo Carpentier de Los Pasos Perdidos me gusta mucho, muchísimo, pero que el resto de su mundo de ensoñanaciones del pasado, eruditas, culteranas y vistas hoy casi pedantes no terminan de interesarme nada. Qué se le va a hacer.
La ciencia puede que sea, al final, lo único que merece la pena. Bueno, y las novelas. Se llama Carpentier, como Alejo, pero fabrica corazones artificiales, que aquí dicen orgánicos y por tanto maravilla. Tan brillante que «podrá correr a su antojo sin preocuparse de regular el ritmo de la prótesis». Pero tan limitado como para que lo novelesco adquiera toda su dimensión y se pueble el mundo de personajes antes sólo ensoñados: «el artilugio deja de latir después de haber cumplido cinco años de ejercicio». Cyborgs de carne y hueso. Personas unidas a lo relativo.
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