Ejercicio inoportuno

Supongamos que tenemos una alcachofa. Alcachofa es esa cosa que protege a un micrófono de las implosiones verbales de quien habla y que sirve, colateralmente, para hacer promoción de quien lo paga. Suponemos, pues, que tenemos una alcachofa y con ella acudimos a un artista importante. A uno cualquiera que sale en defensa de la cultura. Al artista le preguntaremos si está a favor de que existan vacunas contra la malaria. Nos dirá que sí. Le preguntaremos después qué opina de las farmacéuticas que no las hacen. Nos dirá lo esperado. E insistiremos en que tienen patentes sobre sus vacunas. Valen también los medicamentos para el SIDA.

Las apuestas son dos. Primera: nos hará una muestra decidida de su compromiso y arremeterá contra farmacéuticas y patentes, que están matando seres humanos. Segunda apuesta: le preguntamos a continuación si está a favor de las descargas libres. Nos dirá que le están robando. Démosle una probabilidad de 1 si se llaman Ramoncín, Serrat, Víctor Manuel et al. Insistiendo, nos dirá que el mantero debe ser respetado, que es víctima de una mafia. Pero esa mafia, no, por supuesto. Seguiremos por las redes P2P y nos hablará de la vergüenza e indefensión a las que están sometidas por el gobierno. Por los gobiernos. Leyes para evitar esa cultura maldita de la gratuidad que les arruina.

Preguntados a continuación qué opinan de los monopolios de conocimiento, se espera ver cara de incredulidad. Monopolio y conocimiento. Dos palabras ajenas al discurso contra las farmacéuticas y en pro de las persecución de las descargas. Le preguntaremos si no es una contradicción que sea un discurso moral válido – para él – arrebatar las patentes de las vacunas y no lo es para copiar un archivo de sus canciones. ¿Qué harán?

Pero esto sólo es un ejercicio. De libertad de expresión.

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