Artículos de la Categoría: ‘Acontecimientos varios de la vida personal’

Pilgrims (i)

jueves, 18 agosto 2011

Un joven se vuelve en su asiento y se dirige al caballero que tiene de pie a su espalda entretenido con su teléfono móvil. Acierta a leer el nombre de su acreditación y se dirige a él por su nombre: «¿eres de España?»  El acento denota su procedencia extraña, evidente al observar su polo con el nombre de la diócesis de Brooklyn bien a la vista en su pecho. La conversación sigue con preguntas retóricas sobre la bondad del espectáculo. Le dice muy serio al caballero: en América se reza mucho, tiene que ser el continente en el que más se reza. El caballero asiente sin demasiado entusiasmo por la conversación. El joven vuelve a preguntar: «¿Eres católico?». El caballero cambia brevemente su gesto contrariado ante la idea de responder a la pregunta, un esfuerzo por conservar su neutralidad. Encuentra la respuesta que cree educada: «me educaron como católico». Rápidamente el joven le dice: «debes volver».

Conjeturas de verano

miércoles, 3 agosto 2011

¿Cómo se debe sentir uno ante un hotel con instalaciones de cinco estrellas, precios de cuatro estrellas y servicios de tres estrellas?

Vindicación/Redefinición de la siesta

sábado, 16 julio 2011

Era un personaje extraño, no por alemana, sino por extraño: llevaba varios pares de gafas para cambiar a lo largo del día varias veces. Lo hacía en todo momento y uno tenía la sensación de que ningún par le duraba una conversación. También era temerosa de ser increpada – piropeada – por los hombres en plena calle, una especie de pesadilla que conservaba de sus paseos por Italia. Decía estar gratamente impresionada porque en las calles de Madrid eso no sucedía. Sur, macho, silbido.  (más…)

Popcorn

martes, 21 junio 2011

He comprado unas palomitas para microondas – sí, me encantan las palomitas – que son de maíz orgánico y llevan sal del Himalaya. En algún lugar leí o escuché que la sal del Himalaya tiene un bajo contenido en sodio y que eso puede ser estupendo. O puede que su virtud sea otra. Me quedo con la duda de si a) esto es un producto Gourmet (sal del Himalaya, caramba, algo rosada, de la que también tengo un tarrito y queda estupenda salando solomillo en finas lascas, parecido a la sal Maldon) o b) si realmente es una parida pajarú. ¿Qué tal saben las palomitas? Pues no siento la diferencia con las no orgánicas y el fabricante ha conseguido un punto de sal estupendo.

P.D.: Pajarú es pajarú – una condición del alma – y no Pajaru, un lugar que sí está en el Himalaya.

Obituario privado

miércoles, 8 junio 2011

Fue un golpe seco en Barajas. No sé por qué regresaba al mostrador de facturación y el sujeto venía precisamente de abandonar el mostrador de facturación. Sólo llegué a verlo de espaldas, una espalda que me pareció enorme, era mucha la altura de diferencia entre el golpeador y el golpeado. Pero acerté a escuchar como decía «perdón» y vislumbrar cabellera y perfil por el tiempo suficiente para saber que el obstáculo caminante era Semprún, que se le quitaba el Jorge casi siempre. Yo llevaba «La Escritura o la Vida» en la mochila y creo que ya sabía que García Márquez nunca terminaba de leerlo porque cada vez que se encontraba con alguien le regalaba su ejemplar y él compraba otro para poder seguir leyéndolo. En fin, que lo primero que pienso es que llevo «La Escritura o la Vida» y en el segundo siguiente tras vislumbrar el perfil lo que recuerdo es que yo iba a decir «un momento, por favor», sólo que al instante siguiente – tímido o respetuoso que, según se mire, es uno – me dije: «ya te pillaré en otro momento». Supongo que para hablar. (más…)

Reduccionismo

lunes, 30 mayo 2011

La semana pasada conseguí por breves horas abrocharme el cinturón con el último agujero. Era una situación incómoda: el agujero anterior era algo insuficiente para proporcionar la sujeción necesaria que se supone aporta el cinto. El posterior, generaba un exceso de presión que, si bien era soportable al caminar y era preferible a la soltura del espacio anterior, generaba algo de incomodidad al estar sentado y, desde luego, se tornaba inviable con cualquier ingestión de comida. Esta mañana, sin embargo, me he abrochado el último agujero, camino con más ligereza y me mantengo sentado sin sensaciones antinaturales. Y ahora temo joderlo.

El otro sabor de la calabaza

domingo, 8 mayo 2011

Pero… aprendí.

Raro

jueves, 3 marzo 2011

Creo que la palabra que añadía era especimen. O bicho. Raro era – soy – yo. La extrañeza de mi especie proviene por una inusual combinación de saberes que pueden ser sin lugar a dudas manifiestamente incompletos. Lo que resulta anómalo por estar fuera de lo recurrente, es la diversidad de habilidades y por tanto una originalidad no necesariamente entendida como algo brillante. Pero el caballero era elogioso. Era una descripción de singularidad, lo que suele ser visto como llamativo e interesante, pero no necesariamente útil. El tercer interlocutor, el advertido de la unicidad de servidor, hacía preguntas y ofertas que se asentaban en un modelo clásico de desarrollo de negocio. Lo que antes llamábamos con menos recato ventas. La comunicación de mi incapacidad para afrontar el reto buscado – emocionalmente, ante todo – era consagrar lo que en realidad se quiere decir con la rareza elogiosa: dispersión entretenida, pero no contratable. En gran parte, uno respira aliviado con esta autodescripción. Pero piensa que todo queda en el cristal del color con el que se mira: no se sabe si se es un chapuzas o se puede ascender a la noble descripción de bricoleur.

Meneado y apaleado

viernes, 18 febrero 2011

Mi amigo Pablo se sienta a darme un curso de por qué salir en la portada de Menéame es buenísimo incluso para mi santo blog. Pero, aún reflexionando desde la buena fe, creo que no ha comprendido nada: que sea bueno para él, no quiere decir que sea bueno para mi. Es cosa de saber qué quiere uno: que te vean los de Sálvame no es lo mismo a que te vean los de Redes, por irse al broadcast. Que te dé mucho pagerank y esas cositas están muy bien para quien vende anuncios en cada paginita. Que los periodistas miren su portada no es, precisamente, un consuelo: la agenda de los grandes medios no es mi agenda. (más…)

Cómo acabar de una vez por todas con el gobierno

miércoles, 26 enero 2011

El diálogo era una secuencia interminable de quejas de los abusos del estado contra autónomos y empresarios. Jaleado, inacabable, desbordante, demagógico hasta a sabiendas, desmesurado y promiscuo. Con el taxista a gritos de ¡sinvergüenzas! yo le doy más munición y sigue gritando ¡sinvergüenzas!. No dejamos ministro con cabeza, ni político con derecho a la presunción de inocencia. Proclamamos desde el sabotaje al saqueo; del gobierno, los sindicatos, los partidos y la (in)justicia. Nada en pie. Le entregó un billete de cincuenta euros por un taxímetro que marca diecisete euros con treinta y cinco y pido recibo. Me dice: le haré el recibo por 17,40 y eso que gana. No entendí una generosidad tan poco llamativa, pero le respondí que si yo me llevaba un recibo por diecisiete cuarenta, él cobraba por diecisiete cuarenta, que aquí ganamos todos. Ni un duro a Salgado. ¡Ni uno!. Me devuelve un billete de diez justo después del recibo con todo el aspecto de decir adiós. Me retengo. Dice: ¿cuánto falta?. Pues que van a ser que el cambio son casi treinta y tres y que faltan al menos veinte.

Estirando los labios y las mejillas

martes, 18 enero 2011

No, Alec Baldwin está más gordo que tú.

No todo está perdido.

Zorionak!

jueves, 13 enero 2011

(yo me entiendo)

¿Pero cómo es posible?

lunes, 3 enero 2011

En los libros de comunicación siempre eras el culpable: la responsabilidad del buen funcionamiento del mensaje reside en el emisor, no en el receptor. Pero, ¿de verdad se puede explicar tan mal?. Esto es lo que una asistente a una conferencia pone como resumen de mis tesis:

Los necesario que es que las grandes empresas con potentes contenidos en Internet utilicen maquinas (para controlar internet), y así, si alguna vez surge un fallo no se corte todo el proceso de comunicación, y las maquinas que funcionen bien controlen este error

Juro que jamás he podido yo emplear la palabra «máquinas», excuso decir la cuestión del control. No enlazaré el lugar donde ocurre esta peripecia, pues solo faltaba. Hay una excusa sencilla: la falta de nivel, la ausencia de contexto… pero no… no me cabe en la cabeza. Queda recordar la Antología del Disparate como consuelo.

112

sábado, 25 diciembre 2010

Llamo pidiendo un médico. Mi voz, creo, denotaba crisis. Lo llamaron crisis de ansiedad a mis brazos rígidos y flácidos de forma consecutiva, al hormigueo acuciante, a la necesidad de respirar hondo, al frío intenso y al calor y el sudor intermitentes. Inquirieron por todo, dolores de pecho, edad, medicamentos y antecedentes. Deciden que debo acercarme a un ambulatorio. Les digo que no sé donde hay un ambulatorio – la voz sigue denotando crisis -, también les digo que tampoco sé dónde tengo mi tarjeta sanitaria (en realidad, sí lo sé, en un archivo enorme: es la misma tarjetita blanca que me dieron con mi primer trabajo que ya no usa nadie al parecer). Me pasan con otro operador que tiene las líneas ocupadas una y otra vez y la crisis sigue. Desde otro teléfono (se busca un servivio de  urgencias privado) un señor amable insiste en que es un ataque de ansiedad, que se pasa sencillamente respirando hondo en una bolsa. La señal se corta en medio de las explicaciones. Lo intento. Parezco calmarme. Pero todo regresa. Hay un dolor de estómago permanente que no forma parte del cuadro. La médico de la familia es la mejor solución y viene corriendo. Es el momento en que salgo corriendo a vomitar. Alivio: la mirada en el espejo me devuelve un rostro arrugado y enrojecido. De repente, todo el cuerpo es un sarpullido. Mi hermana dice: Anisakis.

Capítulo dos: hospital. Tendido. Sueros y otros archiperres enganchados a mis venas. Analíticas y electros. Dos nuevos vómitos. Frío y calor de ida y de vuelta. El efecto de las relaciones consigue que se me practique una endoscopia cuando ya todo el cuadro médico está enfriando el cava en sus casas. Eran sólo seis horas de margen para poder hacerlo. No a vida o muerte está claro, pero para evitar que pasaran al intestino. O eso creo. Gracias, 112.

El gallo semiurbano

lunes, 11 octubre 2010

También tiene la mala costumbre de aparecer tras tu ventana a las horas propias que tiene un gallo de saludar al sol. La cuestión es que, a las impropias, continúa. Huertos improvisados como guardián de la nostalgia campesina de operarios industriales.

Ah, la dolce vita

martes, 5 octubre 2010
Descubro por la mañana en el congelador que quedan trozos de bonito. Abajo, en la nevera, restos de unas patatas guisadas, con su pimiento y su sabor y ternura brutales. Improviso marmitako a la noche: un puerro abandonado, media cebolla, pochados lentamente; un chorro generoso de jerez, sal y pimienta a mi rico gusto, patata nueva, agua hasta cubrir. Cuando las patatas quedan tiernas, añado los restos del día anterior y mezclo con mimo. Unos minutos hasta recuperar la temperatura, añado el bonito, apago el fuego y dejo que se termine de hacer con el calor.

Para la cena, encuentro una botella de un rosado de Navarra que encierro rápido a enfriar bajo cero. Terminado marmitako y copa de vino, un episodio de Mad Men. Mientras, paladeo un Oporto de 23 años que me llena la boca de aromas. Caray, sí, the good life.

Definitivo: el vudú es superstición

martes, 31 agosto 2010
No ha muerto el alcalde ni ningún concejal tras los dos meses de martillo neumático debajo de la ventana de mi morada.

Arcadia

jueves, 26 agosto 2010
Que el canto del gallo te despierte a las seis de la mañana tras un silencio nocturno inexistente en el mundo urbano, resulta bucólico. Que siga cantando hasta las nueve y media, te recuerda la tradición francesa de cocinar las crestas y ponerlas para almorzar.