Artículos Etiquetados en: „censura“

Miseria de la propaganda

lunes, 25 noviembre 2013

En uno de los blogs de Jacobin, se comen el coco porque Homeland y otros productos de Hollywood justifican la necesidad de disponer de un sistema de seguridad que, por supuesto, es capaz de excederse y superar las líneas de lo aceptable y el control democrático. Sí, claro. El problema de estas reflexiones es que no impiden el que, en efecto, la causa propagandística no declarada pueda ser incluso cierta y necesaria. Pero de la misma forma, Hollywood produce Modern Family, una trama que representa con total amabilidad, felicidad y cordialidad uno de los mayores horrores conservadores: familias que no son, por definición el concepto de familia que aman. Padres homosexuales, divorciados, hijos con relaciones prematrimoniales y otras conocidas causas de decadencia de la humanidad. Vendríamos a tener que Hollywood puede también poner en tela de juicio a los mismos conservadores encantados de disparar a todos los sospechosos de ser Bin Laden, q.e.p.d: Hollywood, para qué negarlo, de toda la vida fue un nido de maricas y comunistas. Siempre aparece alguien ofendido por los supuestos subyacentes de cada elección comunicativa, en Hollywood y en cualquier lado: seguramente mucho más desde que cualquiera puede tener voz. Si cualquiera puede tener voz, el ánimo censor parece no reducirse sino todo lo contrario: todo el mundo piensa que el espectador es mucho más tonto que uno mismo y no es capaz de darse cuenta de que lo quieren manipular. El analista de cada manipulación es tan listo que él sí. Todo el mundo cree que nadie tiene derecho a ofenderle y todo el mundo cree que tiene todo el derecho a ser el dueño de la regla que mide la ofensa. Por cierto, todos se olvidan de que sin éxito nadie haría caso a estas terribles manipulaciones.

A los vigías de la higiene mental

lunes, 26 enero 2009

No es necesario que diga que Gran Hermano me parece una chorrada. ¿Y qué? A mí me encanta el fútbol, que, en esencia, es también una chorrada. Sí, Gran Hermano contiene altas dosis de basura, pero Milá, con sus excesos y su goce, la transforma en farsa. Gran Hermano es eso tan asqueroso y entretenido que llamamos televisión.

Cada dos por tres, teniendo que explicar que por ver sandeces uno no es necesariamente tonto. O teniendo que explicarles a los censores protectores de la moral, el buen gusto y sus versiones modernas, es decir, la supuesta basura, la dignidad de la mujer y los estereotipos sexuales y culturales, que yo tengo las mismas entendederas que ellos para percibirlo. Es decir, su contemplación no cambia el sentido crítico o el del humor de aquél que lo tiene, y parece difícil que establecer lo contrario, con o sin decreto, conduzca a que los destinatarios de la protección moral cambien sus actitudes como se desea por parte de sus santones.
Queda esa cosa de cambiar de canal o apagar la caja maléfica, argumento que se daba a los señores y señoras más tradicionales cuando la anatomía del cuerpo humano, casualmente la femenina, se mostraba con todo su esplendor en esos años ya pasados en los que los vecinos del país se acostumbraban a que la gente mostrara y dijera lo que se quisiese. Por hurgar en la herida de los nuevos perseguidores de basuras no obligatorias, se puede recordar que eso tan antiguo de los libros sigue existiendo, al igual que internet y sus posibilidades de elección (un pozo donde pueden darse los mismos y terribles conflictos que tanto temen los censores). Que perviven los buenos restaurantes, muchos de ellos modestos y de precios razonables, y que también lo hacen las sartenes y los perolos donde poner viandas a cocinar. Todas estas son alternativas al escándalo que deben darles paz de espíritu si sus vecinos no terminan de ser capaces de tener buen gusto y rectitud moral.
Perdón por la vehemencia.