Artículos Etiquetados en: „Zapatero“

Apuntes para la formación del perfecto objetor fiscal (XXV)

lunes, 20 diciembre 2010

Vuelve a casa por navidad. No importa que los parados de larga duración se hayan quedado sin limosna. No importa que a los empleados públicos se les haya bajado el sueldo por austeridad, ni siquiera importa que estén en conjunto mucho mejor pagados que el resto de los mortales. No importa que el dinero no sea suyo. Inlcuso no importa que el gobierno sea laico y haga doctrina para retirar belenes de los colegios. Esta navidad, vuelve a ver regalo alimenticio en Moncloa: un reservita de once euros por barba y cesta para los altos cargos, nos ha fastidiado. Y todo por hacer su trabajo bien o mal. Uno piensa que el falangismo no habrá terminado hasta que no se erradique la última cesta de navidad.

Los hechos mutantes

domingo, 25 julio 2010
El titular de primera página:

«He pasado muy malos ratos y noches sin dormir por la crisis»

El titular en páginas interiores:

«He pasado noches sin dormir»

Lo que reproduce el texto:

«He pasado alguna noche sin dormir»

La pregunta:

«No me diga que incluso ha dejado de dormir a pierna suelta.»

Ante:

«He pasado ratos muy malos, la verdad…»

Pero lo mejor es que el único sueño perdido que se reconoce fue:

«La noche del 9 al 10 de mayo la pasé en blanco, primero en contacto telefónico con la vicepresidenta, que estaba negociando en el Ecofin [consejo de ministros de Economía de la UE] nuestro compromiso de reducir el déficit un punto y medio más, que supuso un esfuerzo grande para nosotros. Luego estuve a la espera de ver cómo reaccionaban los mercados. Digamos que pasé la noche esperando al índice Nikkei.»

La primera impresión, es que estábamos ante la luz incombustible de El Pardo mutada en «he perdido mi libertad para que otros la ganen» en la era Felipe. Pero resulta que se trata de que la realidad no te estropee una buena noticia. Lo mejor es que quieren que Google y nosotros paguemos por esto.

Antídotos intelectuales contra la mierda de toro (II)

jueves, 4 febrero 2010

«En fin, utopías, sueños, ideales, lugares que no existen».

Ojeras, canas y mejillas mustias como indicador

martes, 27 enero 2009
El poder, dicen, y dicen bien, produce seducción. Como espectador, lo que más me seduce es comprobar las secuelas que en los gestos, las palabras y las miradas produce a quienes lo ostentan. Es algo más que el irremediable paso del tiempo. Es el desgaste. A Felipe González se le aceleró un proceso en el que el rostro fue adquiriendo cara de conejo, un engordamiento de las mejillas y un desbordamiento de los incisivos. A José María Aznar se le ha quedado la voz henchida y la cara en el estado de la solemnidad que porta un señor vestido de Napoleón en un loquero.
En ambos, las palabras y las voces hacen sentir que una flecha les atraviesa el estómago de modo perpetuo: una herida por lo perdido o por la forma de perderlo, por la desgracia de no haber salido a hombros a descansar en paz. La sensación de que quisieran gritar y decir, proclamar, airear todos los años de dudas, silencios, secretos y secretillos, todo el tiempo dedicado a crear poses y descartar los sentimientos que no pueden decirse. Gritar el dolor que llevan en lo que se supieron equivocados, en las elecciones tomadas por falta de alternativa a sabiendas de la frustración que produce no hacer lo que se hubiera querido hacer. La impotencia de reconocer que se es injusto con sus vidas en aquello en lo que la almohada les dice que obraron bien. La conciencia maltratada por lo que pudieron haber hecho y no hicieron. Por las personas que perdieron por el camino desengañadas con ellos o por causa de ellos. Incluso por la conciencia de haber abusado de su poder en algunas cosas aparentemente pequeñas y reforzando en su interior la convicción de que, a pesar de todo, era la mínima compensación a tanta falta de libertad personal, a la vida atrapada por los millones de ojos pendientes.
En las fotos y vídeos de José Luis Rodríguez Zapatero empiezan a aparecer los signos de que ya conoce la verdadera incapacidad del poder para hacer casi nada. El poder aparenta tener más posibilidades de hacer el mal que el bien. Ya las mejillas tienen peso propio y no se sostienen, los ojos dicen más que el interior trabaja por mantener la coherencia que por revelar que ha descubierto que no en todo lo que creía iba encaminado o era posible. Que el sueño de cambiar, no ya el mundo, sino algunas cosas, es amargo, resbaladizo y con un margen de logro reducido. El cronista que, sin duda, toma partido, ofrece esta nota a mi juicio significativa:

Rodríguez Zapatero sacó pecho al destacar que la primera ley presentada al Parlamento cuando ganó las elecciones legislativas en 2004 fue la Ley integral de violencia de género, aunque reconoció, a renglón seguido, que «es verdad que no ha reducido dramáticamente el número de muertes» por ese concepto.

No sabemos si sus críticos de entonces o los aduladores de ese tiempo tomarán nota del comentario. La crítica sencilla es hacer notar cómo los problemas son más complejos de abordar que la simple propaganda o la proclamación de leyes. Fácilmente ampliable, por cierto, a todos los intentos jurídicos de transformar el mundo haciendo que el sueño de lo que se conoce como igualdad se produzca como por pura inspiración. Esa es la crítica política. Pero es más interesante detectar el valor de la experiencia adquirida o de la disminución de la certeza en que se sabe cómo dejar un mundo diferente al marchar. Y de que empiezan a sentirse los signos de las saetas que recorren el cerebro, el de la flecha que le quedará hendida para todos los años de después.

Commodoro Rodríguez

miércoles, 14 enero 2009
Es inevitable imaginarse una niña en brazos: “Sí, de hecho ayer estaba con mi hija la pequeña navegando, viendo la página web de Moncloa”. Por la boca muere el pez: ningún internauta se representa a sí mismo navegando, timón, viento y olas. Tiene cuarenta y tantos: reconoce no saber inglés, no usa ordenadores, no conoce internet, parece que no viajó por el mundo hasta ser primer ministro… ¿a quién diantre hemos elegido? Lula, al menos, es obrero de verdad.