Me siento a escuchar a la representante comunicativa de un gigante de la tecnología. A los pocos segundos percibo el excelente trabajo de argumentación y explicación que subyace ante el argumentario y formas de la interviniente. Como las palabras no son inocentes y en el juego comunicativo se lucha por la conformación de marcos mentales, cada vez que encuentras una voltereta de éxito casi te alegras del talento mostrado para ocultar lo que se quiere ocultar o, puede que mejor dicho, no admitir lo que no se puede permitir admitir, por mucho que la picardía se te haya hecho evidente. Se puede argumentar que en ese caso se ha fracasado: visto el truco, se acabó la magia. Pero no es tan fácil: hay un punto de apoyo y una polea mueve el mundo con tan poca cosa. Así que en un debate abierto nunca se perdería del todo, siempre habrá un grupo de partidarios que compren el argumento. Por visualizarlo, sería como si el manto de cobertura de la evidencia deja ver las formas del mueble escondido pero no asegurara descubrir la madera que lo construye.
Apurado camino de una boda, tomo un taxi en dirección contraria al destino al contemplar que la policía bloquea el sentido ascendente de la Gran Vía. Es algo que nunca es totalmente inesperado pero que sume en un cabreo morrocotudo y externalizable. El amable y treintañero taxista, con legítimo acento del Foro y sin ningún rasgo que lo pueda identificar como procedente de geografías exóticas, me explica que ha visto una manifestación. Una manifestación extraña, en la que portaban «una bandera enorme, que llevaba una línea roja y otra amarilla, como la de la bandera de España, y después una de color morado». El gesto de desconcierto del conductor no dejaba mucho espacio para interpretar una fina ironía o algún tipo de humor, era la prueba viva de la ignorancia. Dudé si explicarle. Lo hice, pero no prestó mucha atención.
Corolario 1: que… ¿cuántos años me dice que llevamos de escuela pública y servicio público y todo eso? ¿Cómo es eso de que no se mueve molino con una pequeña anécdota? ¿Lo será?
Corolario 2: los de la bandera, ¿son republicanos o son de la segunda república? No sé si me entienden.
Estaba yo en Bombay comprando una pashmina (para qué vamos a decir Mumbai, que no tiene nada de glamour) cuando en pleno regateo pedía misericordia al club de cachemires que sacaban dólares a los europeos asegurando con toda rotundidad que debían ceder en su precio: yo me parecía a un conocidísimo actor hindú. El caso es que, sin dudar ni mediar segundo, todos ellos a una repitieron «Yes, Shah Rukh Khan». A mí me sonó a «saurcán», pero eso son los problemas de no hablar lenguas no románicas.
Cualquier internauta de medio pelo envuelto en peleas cibernéticas es capaz de recitar unas cuantas citas célebres y, no son infrecuentes, las orwellianas. Así, el clásico «quien controla el pasado controla el futuro» es fácil que surja en medio de cualquier polémica al uso. Seguramente no todos recuerdan que el Ministerio de la Verdad del mundo del gran hermano orwelliano se encargaba precisamente de estas cuestiones, para lo que recurría a reescribir y republicar las noticias de pasado una vez que el relato del presente no es convenientemente referido por ese pasado. Así que lo que ocurrió no ocurrió sino que ocurrió lo que digo que ocurrió. Para el internauta algo avispado, se trataría de un problema analógico, pues las cosas en red quedan cacheadas en cualquier esquina y alguien te recuerda que has reescrito lo que te definía y que ya no te define. Es más, en seguida se lo cuentas a cualquier parvenú que se quiere arrojar con pasión al liderazgo de ese fascinante espacio que son las redes: como en el software libre, es mucho mejor para la calidad y seguridad del código la certeza de que cientos de ojos repasan las líneas de tu programa y corrigen los errores. En el texto puro, sea periodismo, blogging – que no sé por qué le pongo diferencias que, en frío, las tiene – los ojos de una audiencia que sabe o que repasa más que tú vienen a ser el mismo efecto: por eso enseñamos a tachar y respetar el proceso de construcción de tu credibilidad. Pero siempre hay quien prefiere destruir todos los puentes de su enrededor y olvidar que las cachés no entienden de reelaboraciones, sino que preservan la enmienda por mucho que se quieran resucitar fénixes.
Cuando instalas Social Metrics en tu wordpress se suscita una sugerencia en la mente que somete al rebelde a ciertas dosis de realidad. La sugerencia proviene porque al mismo tiempo que tienes tu SEO package que te resuelve más que decentemente tu posicionamiento en Google, lo que recibes de Social Metrics es tu percepción posicionamiento en las redes sociales. Cuando repasas tu tráfico compruebas la procedencia tanto de lo que sería SEO, eso que llega de Google como, analytics mediante, esas redes mencionadas. Con Social Metrics se comprueba cómo el número de enlaces de esas redes te llegan en tiempo real y es gestionable fácilmente con un golpe de hoja de cálculo. Todo este tinglado – que era obviamente observable de otras formas – conduce o me conduce al ver las cosas en el mismo dashboard a simultanear la idea de situarte en el buscador y situarte en el medio social que se mueve… porque es prácticamente la misma esencia desde el momento en que hasta el buscador usa la clasificación de las personas para ordenar la búsqueda.
Lo dijo alguien sorprendente en una forma que también era pura sorpresa: «cuando ya no puedes defender a quien admiras». Y esta era la frase correcta para el desbordamiento paranoico y que no encontraba para hacer la formulación correcta, por lo que sólo dió para decir: «…pervive», en cierta forma dentro de ti, «como un extraño al que se admira»
Oh, tú, al que el gusanillo de escribir atormenta como un demonio y que darías todas las minas del Perú por un grano de reputación: abandona el vil rebaño de autores que corren tras los demás o que hozan en el polvo de la erudición, abandona a los pesados sabios cuyas obras parecen llanuras interminables sin flores y sin fin. O no escribas nada, o toma otro camino: sé grande en tus escritos como en tus acciones, muestra al mundo un alma robusta, independiente.
«…a los cinco o seis años, comprendí que los libros los escriben la personas. Antes pensaba que los escribía Dios. Pensaba que eran una manifestación de la naturaleza, como un árbol, vaya. Cuando mi madre me explicó que no, le insistía: ¿Pero qué dices? No me lo podía creer. Ser escritor me pareció extraordinario: era como decir “aquí está el hombre que hace todos los árboles”. Entonces decidí que quería ser escritora, imagino que porque era lo más parecido a ser Dios»
Una de las cosas que más me sorprendió cuando estudié literatura en el colegio es que nunca se hablaba de novela policiaca ni de ciencia ficción. Todo lo más se metían – con respeto, eso sí – con las novelas de Corin Tellado. Lo llamativo para un servidor es que los tres tipos de novela han y tienen mucho más sentido en la configuración del pensamiento de la vida cotidiana y hasta de la política y los sueños no sólo de los que estudiábamos, sino de los que seguramente escribían los manuales y, de seguro, de los que escriben los libros de ahora.
José Luis Garci debió decir en las radios nocturnas, memoria traidora, que Woody Allen y no sé cuantos más siempre hacían la misma película. Variaciones sobre un mismo tema. El arte de reinventarse a uno mismo debe ser, efectivamente, un arte. Llámelo resiliencia si median cenizas. Puestas las dos cosas juntas, se trata de dar la sensación de que uno se reinventa sin que nadie se dé cuenta repitiendo más o menos lo mismo. Josh Harris un día creó Pseudo, considerando él mismo que se trataba de la primera creación de broadcast en directo con valores de producción propios de Hollywood de la red: «vamos a echarles del negocio», le dijo a la CBS.
Puede referise a una circunstancia o a todo un reino o república. Hoy he conocido uno. Un paranoico. Y la definición de wikipedia es verdaderamente deliciosa, en cuanto parece que no es más que un hombre normal al que se le va la olla de cuando en cuando o de día a día: «La paranoia es un término psiquiátrico que describe un estado de salud mental caracterizado por la presencia de delirios autorreferentes. Más específicamente, puede referirse a un tipo de sensaciones angustiantes, como la de estar siendo perseguido por fuerzas incontrolables (manía persecutoria), o ser el elegido para una alta misión, como la de salvar al mundo (delirio de grandeza o grandiosidad, atribuido por algunos estudiosos a determinadas personalidades dictatoriales y gobiernos)». Echando un vistazo alrededor y con la definición en la cabeza, se empieza a reconocer el rastro de la paranoia en cada esquina.
Debe ser la frase más violenta que tiene toda la canción. Pero, a Los Tigres del Norte, les han multado por cantar cosas como esa y por no cumplir los estándares de buenas intenciones de los estados. Bueno, es la ciudad de Chihuahua. «Es una tía muy pesada», cantan los mexicanos, que «supo aprender el acento que se usa por toda España, demostró su jerarquía como la más noble dama». Qué bárbaro: un tigre recorriendo, se supone que como lo haría un toro, las calles de Pamplona. Buf, qué miedo, cómo miran. Aunque uno es más de los Cuates de Sinaloa.
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Me asalta un interrogante: ¿llegó Euler a pensar que el problema de los puentes de Köninsberg tenía solución? Basta con volar los puentes para que ni siquiera exista el problema. Muerto el perro, se acabó la rabia. O dicho de otro modo, vivir en una splendid isolation permite, como bien se sabe, estar completamente seguro de que es el continente quien queda aislado cuando hay niebla en el canal.
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