14/03/2020. Temperatura: 36,2. Hago los ejercicios respiratorios que pasan por los audios de Whatsapp, mi contención es perfecta. Cero tos. Asintomático perdido.
La nevera está llena como para sobrevivir sitiado en Leningrado. Pero tomo cocacolas como si no hubiera mañana. Bajar y ver qué pasa en la calle tiene todo el atractivo del mundo, pero te llaman loco e insolidario. Es igual, bajo. La cocacola es la cocacola.
Hay personas. No hay tantas personas. Pero no hay ninguna calle sin personas. Parejas de la mano. Quieres pensar que choca, pero si piensas más es completamente absurdo que no lo hagan. Perros de paseo con propietarios. Gente en estado vagabundo, guiris muertos de risa y sol. Abundante.
¿Qué hago para coger las cocacolas? ¿El asa de las neveras de este noble y necesario establecimiento de conveniencia -no hay casi otros- estará contaminado sin remedio? ¿El cuello de las botellas? Hago malabares para abrir con el hombro, el codo y no sé qué más. Tomo cuatro: pero ya tienen que ser los deditos.
Pago. Me digo astutamente que la tarjeta en el móvil impide el contacto físico. No, has de teclear los números. Mi dependiente lleva guantes, ¿pero los guantes qué llevan? ¿Le protegen a él pero no a mi?. Al cuerno con leches, cojo la bolsa de plástico como me la da.
Regreso a casa. Empujo la puerta del portal solo con la llave y el pie. Me pregunto: ¿qué hice a la salida? ¿toqué el pomo? ¿empujé con el pestillo? No toco las barandillas de las escaleras y empujo con el codo mi propia puerta. Creo que tendré que elaborarme mi «hand journey» de las salidas. Saber qué tienes que tocar y si hay guante para eso.
Liquido la bolsa: ¿será esto sostenible? No estoy para pensarlo. Limpio las botellas, supongo que debe quitar el virus. Si no, pues ya está. Se quedan en la nevera. Me lavo las manos con el agua muy caliente: el jabón es chévere, pero el agua caliente tiene que arrasarlo todo.
Me siento a leer con un nuevo problema de primer mundo: se me seca la piel de tanto lavado.
Decíamos ayer...
- Se marcharán las risas y las mentiras piadosas
- Llega la aurora
- Cerca de las tinieblas. Otra semana más para el big bang.
- Al olor de las sardinas, el gato ha resucitado. No sé cuánto queda.
- Preguntas para el ahora. Esperando la fase uno.
- Del azar y la imperfección. Libertad condicional.
- Ayn Rand tras la peste. La liberación llega en cuentagotas.
- Sobre el triunfo de la vida. En trece días, esperamos salir.
- Esperar, esperar y esperar. Catorce días para el día D.
- Así en la tierra como en el cielo. Quedan dieciséis días.
- Santos en caballos blancos matando dragones-Quedan diecisiete dias para la liberación
- Perder papeles y no encontrarlos. Diecinueve días para la liberación.
- El día uno de la cuenta atrás
- Las alternativas al miedo. Treinta y seis.
- Cautivos de la ignorancia y la incertidumbre. Día treinta y cinco.
- Estampas bajo la lluvia en el día treinta y cuatro de la peste
- Vigilia para el después. Treinta y tres días.
- Del ser, la nada y los bits. Jornada treinta y dos.
- Sobrevivir, tal vez resistir. Día Treinta y uno.
- Veintinueve y Treinta días de excepción
- Esperar pizzas con música de fondo. Veintiocho, veintiocho...
- La delgada línea entre la brujería y la hazaña. En el día veintisiete.
- Pumas en Medellín y Jabalíes en Barcelona. Día veintiséis.
- La crueldad, en primavera. Día veinticuatro.
- Es una retrochimba. Día veintitrés.
- Erguidos frente a todo. Veinte días.
- Jugando al perro y el gato. Día diecinueve.
- No son lentejas. Dieciocho días.
- Popper en whatsapp. Diecisiete jornadas.
- Monos que arden en hogueras. A por la segunda quincena de arresto.
- Y, a los quince días, llegó el luto
- Entonces vi siete vacas muy flacas y huesudas. Trece días ya.
- La muerte aún puede ser convencional: doce días de arresto domiciliario.
- Esperando al mesías: once jornadas ya
- Ateos, apóstatas y cruzados durante la peste, día diez
- "En virtud de su rol en la historia", de Camus a servidor en el día 9
- Mendigos y rumbas en la peste. Día siete.
- Vive y deja morir. La peste, jornada sexta
- Haga como los chinos de Wuhan. Diario de la peste, quinto día.
- Reglas de oro durante la peste
- Por qué Italia está tan jodida, en mis números. Diario de la peste, día tres.
- Preparando el teletrabajo (Diario de la peste, 2)
Este artículo fue publicado el domingo, 15 marzo 2020 a las 12:34 y archivado en Diario de la Peste. Puede seguir los comentarios de esta entrada a través del RSS 2.0.
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