Monos que arden en hogueras. A por la segunda quincena de arresto.
29/03/2020. Hasta la tensión está bien, como un bebé, salvo por todas las contracturas y vértebras desubicadas que te recuerdan que eres un señor de cincuenta años. Todo el pescado de ayer se ha traducido en una zarzuela y una sopa en la que el pimentón de La Vera extraordinario que tengo ha dado más sabor que el que se necesitaba. Limpieza de baños.
Why should they have thought about the plague, which negates the future, negates journeys and debate?
Camus, La peste
Desconfío de mis propias quemas de brujas. ¿Quién no tiene una hechicera que llevar a la hoguera? ¿Cuándo la impotencia -espectadores caseros a los que el trabajo remoto no les llena las horas- se convierte en indignación? ¿Cuándo la indignación se lleva por delante el sentido de la justicia y la ecuanimidad? Si ya matamos a dios, necesitamos tener un culpable real. Si la racionalidad se impuso en forma de burocracia, ¿cómo es que no podía prever, no podía saber, no pudo hacer? Cada desastre, sea un once de septiembre, un ébola, un petrolero que se hunde, una colza que se adultera, permite descubrir que los elefantes estaban en la habitación y todo el mundo tocaba una pierna, una trompa o un colmillo. Sobre todo, un colmillo.
Dejé de sentir los colores en el fútbol el día que descubrí que mi amigo más querido se quedaba realmente triste, jodido, enfermo y hundido, contrariado porque su equipo pierde con el mío. Las risas, las puyas, la humillación jocosa pero intrascendente del rival, perdía todo el sentido. Si mi amigo está triste, verdaderamente triste, ¿qué sentido tiene? Me gustaba más mi amigo que ganar al fútbol. La vida en avatares crea espirales de violencia verbal, saña incluso, cuando respondes a cadenas de correos electrónicos, chats, tuits y toda la parafernalia de texto en la que la ironía o la calma no se ven y se toma la textualidad por las hojas. Tenemos información estúpida por todos lados, pero también tenemos conocimiento inteligente en la punta de los dedos. Necesitamos consumir los que nos hacen sentir seguros para que la realidad no nos estropee una buena ideología. Que no queme a un amigo.
Dicen que crisis es cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer. Diría que crisis es cuando compruebas que el chimpancé sigue ahí, en tu código genético, en el código genético de todos los demás y en la programación de su respuesta al miedo y la fatalidad. No es difícil ahora comprender que la bobería es más frecuente que la astucia, especialmente si es, palabra sospechosa, colectiva. Todas las creencias y armarios intelectuales se resquebrajan ante la puesta en evidencia de sus limitaciones y contradicciones. Queremos redes que nos protejan de la incertidumbre y la calamidad a escala planetaria, pero la complejidad (palabra que los inteligentes repiten ahora todo el tiempo) supera las habilidades convencionales de los chimpancés. Leo a un ex-ministro sobre el vigente ministro de Sanidad: «A mí, realmente, me costó dos años que no me colaran ninguna y ser capaz de estar atento a todos los problemas del Ministerio. Fíjese lo que es ahora el pobre Illa, que sin tiempo para aprender, le ha caído esto encima». Algo en mi interior me dice que si tengo que delegar mi protección en un sistema que depende de factores como éste, hago bien en reforzar mi incredulidad y no esperar a que me lo resuelvan otros. Si es que se puede. Pero sólo soy un chimpancé con un teclado en la mano.
Lo peor de todo, es no poder enviar vino y rosas.
Salidas: ninguna
1 abril 2020 a 19:27
[…] para cumplir sus promesas de protección, que tengo amigos que se irritan. Me recuerdo a mi mismo: no llevar a los amigos a la hoguera. Pero lo que siento es que quienes sentían confort interior por tener un gobierno que se proclama […]