Al olor de las sardinas, el gato ha resucitado. No sé cuánto queda.

12/05/20. Me ha entrado el convencimiento de que, tras cortarme el pelo, tengo menos pelo. Es decir, me ha crecido la frente. Reapareció el queso de Arzúa en El Corte Inglés (me llevé dos) y hay escasez de Fanta de limón zero. He añadido la de naranja a la dieta.

But what do you call a return to normal life?

Camus, La Peste

Bares, qué lugares. El relato suena especialmente desgraciado: que éste es el único país de cierta enjundia que ha abierto antes los bares que las escuelas. Es llamativo, pero puede que parcialmente injusto. Las escuelas son una actividad que termina, la hostelería está empezando su temporada alta. A eso sumémosle el peso que en el empleo total tiene la gente que se dedica a dar de comer y beber a otros. Resulta juicioso para cualquier gobierno. Pero dije parcialmente. El cachondeíto forma parte intrínseca de la vida cotidiana celtibérica. La necesidad de sujetar un vaso de vino y conversar de lo humano, lo divino y de cualquier memez proporciona, yo también lo siento, una alegría a las calles y las noches francamente estimulante. Me quejaría de que hay poca alternativa. Si tomas los curricula vitarum de cualquier buscador de empleo, suele poner mucho empeño en una sección que termina siendo irrelevante para el empleador: aficiones. Las aficiones suelen ser leer, ir al cine, viajar. O viajar, leer, música e ir al cine. En alguno aparece senderismo, esa forma moderna de llamar a lo que antes era ir de excursión. Se añade frecuentemente animales y «la naturaleza». Nadie pone «tocar el trombón», «coleccionar mariposas» o el «cine expresionista alemán». Esa falta de concreción a mi siempre me ha sugerido la ausencia de concentración y de intereses reales. La renuncia a un enriquecimiento verdadero. Es como pasar el tiempo sin que el tiempo pase por ti. El padre de mi amiga Julie, un perfecto inglés (una nacionalidad cuyo estereotipo nos lo sugiere), ha tenido como afición permanente las maquetas de trenes de vapor. Al aire libre y con vías. Tan dedicado a su afición, que ha llegado a publicar papers en revistas especializadas. Vamos a verlo así: es el tiempo libre concebido con un propósito y con el fin de obtener un logro, un grado de maestría en el entretenimiento. Cuando te llegan candidatos profesionales del norte de Europa, eso que empieza en los Pirineos, esa sección es usualmente mucho más rica: alguien toca el trombón. Si prescindimos de leer (porque es algo que nadie se atreve a omitir), lo demás (ir al cine, viajar, el senderismo o la música, que no se refieren a otra cosa que oírla en un lugar público o en compañía de otros) son variantes de salir de casa e ir de bares. El tiempo como abandono de la mente. Ayer, cuando abrí la puerta para salir a mi dosis de trote cochinero, me encontré cuatro muchachas en la puerta. Perfectamente arregladas y pintadas, sin mascarilla y preguntando por su móvil en qué piso exactamente era en el que tenían el encuentro que… está oficialmente prohibido. Bueno, yo también hago trampas. Se trata de documentarles que ya están en la calle. Los diarios reportan que la policía ha paralizado y multado alrededor de cuatrocientas fiestas y noventa y siete botellones en éste último fin de semana. Yo es que tengo edad para recordar los disturbios y protestas de la juventud en sonadas capitales de provincia por la subida del precio del chato de vino. Por eso, sí.

Se les cae el gato por el patio a los vecinos. Llaman insistentemente a la puerta preguntando si tenemos acceso al patio. En buena hora les dices que sí. El gato se ha caído desde un sexto piso confirmando que, efectivamente, un gato tiene siete vidas. Cuando contemplan el piso de altura que queda para llegar al fondo del patio, el ímpetu salvador se retrae. Valen más nuestros huesos. «Hay que llamar a la policía municipal», dice Borja. Encima, se llama Borja. Pero quien viene, en tiempo récord, son los bomberos. Y aquí tenemos a tres bomberos, más su coche respectivo, todo movilizado por un gato. Supongo que la civilización era esto.

Dimisiones. Es el acto de mayor dignidad de la existencia. Marcharse porque uno lo decide. Incluso con el matiz de que te pidan la dimisión, sigue siendo digno. Y lo es porque mantienes el decoro (Tolstoi hablaba mucho del decoro como parte de la existencia: esto lo sé porque leo en mi tiempo libre). Te marchas, pues. Marchas porque no estás de acuerdo y eres coherente contigo. Marchas porque tu presencia se hace poco sostenible y nos ahorramos el mal trago. Marchas y te quedas sin las prebendas, pero los que se quedan sufren la desazón de que no fuiste sometido. Hoy leí la segunda dimisión de un político. El general de la guardia civil sigue en su sitio, pero ya nadie le recuerda. Los políticos dimitidos son de segunda fila y banquillo. Nadie trascendente ha querido ser ejemplar.

 

Salidas: Salir es la regla. ¿Tiene sentido dar parte? Pero las informaciones de segundos brotes llegan de forma preocupante desde lo países que ya lo dominaron.

 

1 Respuesta a „Al olor de las sardinas, el gato ha resucitado. No sé cuánto queda.“

  1. Criticidades» Archivo del BlogImpasse. En fase desconocida. - Criticidades Dice:

    […] « Al olor de las sardinas, el gato ha resucitado. No sé cuánto queda. […]