Esperar, esperar y esperar. Catorce días para el día D.

26/04/2020. Lo de mi sobrino parece una vulgaridad: amigdalitis. Pero se sigue mirando. Un compañero de trabajo ha sido llamado aleatoriamente, se supone, para ser testado.

…tiredness is a form of madness

Camus, La Peste.

Todo el mundo espera en Casablanca. Salvoconductos y visados para escapar a Lisboa y huir al nuevo mundo. Los niños tienen el suyo, prometen que los (más) mayores podrán ponerse al sol y que los valientes podrán hacer deporte el día 2. Decathlon va a romper stock. Si no puedes correr, te pondrás un chándal. Si tienes un triciclo, dirás que es una bicicleta. Si tienes una raqueta, bajarás a tirar bolas contra la pared porque no vienen coches. La petanca o la rana, todo valdrá. Si hay gente que se vistió de dinosaurio para salir a la calle ahora nos dirá que el levantamiento de botellas de cerveza, es un deporte. Y nos queda la duda de si tendremos que llevar un salvoconducto sanitario en forma de certificado de presencia de anticuerpos de la peste.

Trabajamos más, si tienes trabajo. Frente a la idea de que no íbamos a querer volver a la oficina, aparecen datos más convincentes de que, es probable, que estemos literalmente hartos y que hemos aumentado dos horas nuestra jornada. Se parece a los tiempos de traslado. Ha subido la productividad, aseguran. Y dicen, lo podríamos decir cualquiera, que al no ir a socializar y tomar café y no salir por las noches, estamos siempre aquí, haciendo. Hay relatos de jefes controladores y amenazadores, lo que no te dirán es que ya eran controladores y amenazadores antes de (tele)trabajar. Es decir, o no saben dirigir basados en el control, o tenías la habitual asquerosa cultura corporativa donde unos son adultos y otros tratados como niños en un aula. El resultado suele ser la profecía que se autocumple: si te tratan como un niño, acabarás comportándote como un niño.

Cocinar es una rutina que se adormece. Los primeros días recrearse en el chup-chup era una bendición de la vida. Ahora, sin caminar ni moverte, sientes que ingerir más comida es casi una obligación: el hambre se relativiza. Vuelven las ensaladas como rancho solitario. Pero alguien que valore las cosas hechas con primor sigue manteniendo el valor de lo cocinado en el momento: los espárragos pueden ser plato único, pero con mayonesa hecha en casa. Con estas manitas.

 

Salidas: bajé la basura y me quedé quieto en la calle. Nadie. Pensé que era un atrevimiento, pero bajé hasta la esquina de San Bernardo a mirar. Sólo a mirar. Pasaban autobuses a pesar de la hora. Motos. Repartidores. Ni un alma. Y me quedé diez minutos allí, sólo mirando. Estaba en la calle.

2 Respuestas a „Esperar, esperar y esperar. Catorce días para el día D.“

  1. Michel Dice:

    Qué bella imagen final.

  2. Gonzalo Martín Dice:

    Gracias!