Jugando al perro y el gato. Día diecinueve.

01/04/2020. No puedo ya con estos pelos. En apariencia, sano.

…a time when the guards found it normal to give in to compassionate impulses.

Camus, La Peste.

Clandestino. Voy a por un pedido de carne. Sabedor del celo policial, tomo una bolsa que puede distinguirse a lo lejos como una bolsa de ir a la compra. Son dos manzanas y un poco, pero en vez de recorrer la calle San Bernardo en la que supongo que las patrullas policiales estarán al acecho, decido recorrer calles menores y menos directas. Espero mi turno y descubro que he hecho el gil: el pedido no era hasta mañana. Así que decido no hacer el viaje en balde y darle negocio a los comerciantes. Puerros, tomate triturado y un beicon que me han dicho que es fetén. «¿Te doy el tiquet por si te lo pide la policía?». Ya sé lo que tuvo que ser una cédula comunista en el 74. Me llevo el tiquet y camino feliz y risueño como una caperucita entre el asfalto cuando en la calle Amaniel me cruzo con la patrulla. Veo que no he hecho el gil por segunda vez y que no he botado el tiquet en ningún lado. La policía pasa de largo y me apercibo de la magnífica tapadera que he creado: los puerros sobresalen por la bolsa de la compra, soy un señor que ha ido a mercar y no a saltarse la cuarentena.

La vigilancia es estricta. Llego al Carrefour de la esquina donde mis colombianos a cargo me tratan como a un señor cada día y me saludan diciendo: «jefe». Necesito reponer otros doce litros de cocacola zero. Están revolucionados mirando cómo un control de la policía ha detenido un auto negro y ha hecho bajar al individuo. «¡Lo cachean, lo cachean!». Yo creo que hay más diversión que estupor. Pago las cocacolas. «¿Te doy el tiquet por si te lo pide la policía?».

El desencanto puede que fuera esto. Estoy tan desatado contra lo que creo que es el fracaso del gobierno vigente y en la capacidad de lo que llamamos Estado para cumplir sus promesas de protección, que tengo amigos que se irritan. Me recuerdo a mi mismo: no llevar a los amigos a la hoguera. Pero lo que siento es que quienes sentían confort interior por tener un gobierno que se proclama en favor del progreso y los débiles, abrumados ante la evidencia de la catástrofe de coherencia, liderazgo y capacidad gestora, necesitan recurrir a falacias intelectuales para no aceptar la realidad: no hay que criticar porque los otros son… Ponga el adjetivo descalificador que quiera. Lo que creo que sucede es que se vuelve tan insuperable aceptar que lo que no podía ser era que los míos, precisamente los míos, los que están del lado del bien, puedan no sólo estar asolados por la desgracia, sino que resulte que realmente lo estén haciendo tan mal como los malos de verdad, y eso sí que es duelo. Y por eso se enfadan. Conmigo.

Las raíces del boj crecen. Creo que voy a tener un nebari de gran categoría.

 

Salidas: una, semifracasada.

Amenazas cercanas: un compañero de vinos habitual tiene a su madre infectada y en una residencia. Las residencias se han convertido en la puerta del Hades.

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