Haga como los chinos de Wuhan. Diario de la peste, quinto día.
18/03/2020. 36,6 de temperatura, en la noche 36,7. Me entra un rasgo de hipocondria: ¿y si ese estornudo? Provisiones en buen estado, pero serias preguntas sobre el diseño de las compras: te das cuenta de que vas a repetir demasiado el mismo menú. Dicen que los chinos de Wuhan dicen que se escriba un diario.
Veo un vídeo del Washington Post donde todos los comentaristas de la Fox han cambiado de narrativa sobre la plaga. Es decir, lo usual: primero no tiene importancia, ahora es una emergencia letal. Como son extremistas y manipuladores en pro del Partido Republicano y vendidos a su extraño Presidente son, sin duda, unos canallas. Darnos cuenta de que aquí son los medios y periodistas vendidos al socialcomunismo imperante los que antes pensaban que mejor marchar por la salvación femenina universal que prever lo que ya era obvio y declarar inocente al gobierno de altísimos ideales que tenemos, sirve para tomar distancia de la condición humana. También de uno mismo: ¿quién no es capaz de defender una cosa y la contraria sin inmutarse? ¿Quién no sabe arrimar el ascua a su sardina? La duda es quién de todos ellos (nosotros, un servidor) supera la prueba de Scott Fitgerald: «the test of a first-rate intelligence is the ability to hold two opposed ideas in the mind at the same time, and still retain the ability to function».
Escribo a Medellín: «Parecemos colombianos: aquí están avisando de gente que se presenta en las casas diciendo que vienen a hacer tests de coronavirus y les roban en las casas.». Respuesta: «Gonzalo, es que aquí si dijeran que es para el test no les cree ni la mamá. Aquí vienen a desinfectar las casas. Para robar». Al poco, me llenan el chat de fotos de lineales vacíos sin frutas, verduras y me cuentan que son incapaces de encontrar quesito para las arepas. El paralelismo es que no dejo de ver fotos de estanterías de supermercado vacías que, casualmente, siempre son de Mercadona. Los españoles están obsesionados con Mercadona de una manera que jamás lo comprenderé. No me gusta nada Mercadona. Odio comprar allí. Como no hay mal que por bien no venga (el odio) compro en otros lados y sí encuentro las estanterías muy llenas. Hasta papel higiénico ayer, abundante. Cocacola zero y cerveza siempre debilitadas, pero siempre disponibles. El sábado iré a por pescado a algún lado que desde luego no será Mercadona y veré qué viene de los puertos: me muero de curiosidad.
Habla el Rey. Y pienso en el fútbol. Me ha generado asombro toda la vida cháchara de los deportistas preguntados por los periodistas por cosas tan peregrinas como la visita de un famoso, un político, un alguien ante esos momentos trascendentes que son las finales, las concentraciones o los descansos de las grandes competiciones por eliminatorias: «está bien que vengan a animar». Que es una expresión que nunca he sabido si es una respuesta de pura educación, porque algo bueno hay que decir, o porque realmente es todo lo que pueden pensar. En todo caso, es una justificación que, si se dice, se da por buena. Y yo me pregunto qué valor tiene algo tan vacío, tan poco cargado de compromiso y acción como la expresión de algo positivo (podéis, venceréis, estamos todos con vosotros) y lo que le aporta a uno mismo: decirlo es gratis, escucharlo no es ninguna clase de cocaína que estimule. Todos los periódicos loan al Rey. ¿Escribí mayúscula? creo que un rey escrito en minúscula no puede tomarse en serio ni siquiera para derrocar a la monarquía; ésta sí con minúscula deliberada. Pero loan al rey por animarnos a todos y ser sensible en este momento. ¿Pero cuál es la noticia?. ¿Pero qué valor tiene hablar de «en estos momentos» o «que estemos unidos» y cosas por el estilo? Uno acepta la corrección política y la mesura institucional de un medio como parte del juego, pero es ese mismo argumento españolísimo de las palabras vacías donde la acción no se toma en cuenta porque es más la imagen que el contenido.
Y ya que hablamos del Rey. Mi generación, probablemente por defecto, fue juancarlista como la de mis padres. Pues el rey campechano nos había traído a la libertad y la prosperidad moderna con su decisión y su valor. No será tan bella la realidad, pero el mito tenía y tiene su base. Discretos y coqueteuelos, la familia real no molestaba y el cotilleo del rey amante de las faldas era como la espuma de la vida. Que no sé si es una expresión del Hola o algo peor. Ser republicano, que no de la Segunda República, era un estado civil, no una causa. El padre del Rey aparece con cien millones repartidos con amantes y uno no puede tomar en consideración que sean comisiones lealmente ganadas por el bien de España y su industria de trenes de alta velocidad: o es por España o es por las comisiones. La broma ha pasado de castaño oscuro y los cuentos de hadas son para los niños. Me parecía que era deseable que esperáramos a la edad de jubilación de los reyes, dejarles la casa, no coronar al descendiente y sin preocuparse demasiado poner algo parecido a un Presidente de República que tuviera la misma escasez de poderes, elección en años alternos al Congreso, por al menos seis años de mandato y que tenga más de 60 cumplidos para que tenga algo de fuste en la vida. Ahora pienso que por qué esperar: cualquier fórmula serena que no implique cortar cabezas sin sentido es válida. La monarquía perdió su utilidad práctica y emocional. Ahora hay que hacer caso a la racionalidad.
Salidas: Una. Aceite, sal, cocacola zero, cerveza, tabaco y güisqui. En el supermercado (el mío es minisupermercado) la mitad de los deambulantes con mascarilla. Tapabocas, que dicen en Colombia: el significado es muy superior, dense cuenta. Y yo con estos pelos. Literalmente.